Opinión

El año del cambio

11-02-2015 | ABC

La renovación dependerá sobre todo de que se consolide la volatilidad electoral, el trasvase de votos defraudados hacia nuevas ofertas

A las citas electorales ordinarias hay que añadir hogaño dos elecciones autonómicas a medida del interés del convocante. Las ya convocadas andaluzas y las catalanas, todavía en el alero de la esgrima independentista. Un año marcado por una llamada masiva a las urnas que coincide con la afloración continua de nuevos casos de corrupción y la irrupción de partidos emergentes en los sondeos electorales que pronostican renovación institucional.

Una renovación que dependerá sobre todo de que se consolide la volatilidad electoral, el trasvase de votos defraudados hacia nuevas ofertas. Y mucho también de la movilización efectiva de votantes desafectos crónicos con las ofertas tradicionales, que no se sienten representados. Un mal endémico y significativo en una democracia representativa como la española. Pero que puede persistir si se mantiene, como hasta ahora, la sensación de que uno de los principales problemas que afectan al conjunto de los españoles son los partidos políticos y sus formas en el ejercicio de la política.

Tras siete años de crisis económica y financiera, de recortes profundos en la prestación de servicios públicos esenciales para el mantenimiento de lo que conocemos como estado del bienestar, hemos visto aparecer, en toda su crudeza, las crisis asociadas a la devaluación social de los valores superiores de nuestro ordenamiento democrático y a la deslealtad institucional recalcitrante en algunas de las principales comunidades autónomas, no siempre totalmente achacable al gobierno autonómico de turno. La deslealtad entre los que se han sido leales durante décadas, para taparse mútuamente las vergüenzas, es hoy también un signo de los tiempos.

La desazón que provoca entre muchos españoles el comprobar día tras día que en la esgrima del cambalache lo único que se esconde es la voluntad de perpetuarse en el poder de quienes nos han traído hasta aquí, tiene mucho que ver con las ansias de renovación y de regeneración.

Una renovación y una regeneración que, si se confirman las encuestas, llegarán de la mano de los votantes en el año del cambio.

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