Notas de Prensa

1812 o el año en que el mundo de 1714 caducó

20-03-2014 | iSabadell

Sin duda el 1714 tiene en el 1812 un delicioso contrapunto que puede desmontar cualquier novela romántica que el nacionalismo quiera construir

Las referencias históricas a 1714 y la repetición de proclamas alrededor de ese año mediante una memoria que fue construida a finales del siglo XIX por el neo-romanticismo nacionalista, nos han hecho entrar éste año en una tempestad propagandística que pretende apuntalar una leyenda pasada dentro del presente de voluntades políticas, que la Catalunya oficial sigue mostrando como la única vía de nuestro futuro como sociedad: La independencia.
La Catalunya oficial tiene una historia oficial, una historia a la que precisamente siempre se han negado a contraponer otros momentos históricos que han sido de referencia esencial de nuestro pasado común.

Pues bien, voy a intentar hacer eso precisamente, contraponer. Y lo voy a hacer precisamente porque a veces entendemos mejor el valor del pasado si tenemos referencias de diferentes momentos históricos para comparar. Sin duda el 1714 tiene en el 1812 un delicioso contrapunto que puede desmontar cualquier novela romántica que el nacionalismo quiera construir. Y no hará falta entrar muy en profundidad, con definir la esencia conceptual de la palabra libertad en uno y otro momento, podremos conocer con sencillez, cuál queremos que de los dos instantes históricos sea un referente para cada uno de nosotros.

Viajamos al 1714 y nos dejamos llevar por la novela romántica de la renaixença actualizada en el siglo XXI. Nos adentramos en ella hacia uno de los dogmas más repetidos por el independentismo de camiseta estelada y bandera en el balcón, núcleo mediático sobre el que se sostiene el tricentenari que comisarios (que acertada palabra) como Toni Soler o Miquel Calçada (historiadores de prestigio, permítanme la ironia) repiten una y otra vez dando claras muestras de debilidad argumental: En 1714 se perdieron las libertades de Catalunya.

Vamos a ver, hagámonos una pregunta sencilla ¿qué libertades tenía, por ejemplo, un barcelonés de 1714? Vivía sometido a la aristocracia y a la alta burguesía urbana, sumido en crisis de subsistencia cíclicas, sin poder de elección de sus representantes, sin derechos, agraviado ante una clase privilegiada que no pagaba en muchos casos impuestos (ellos sí que estaban obligados a hacerlo) y que controlaba y explotaba su fuerza de trabajo y que se permitía utilizarle para sus intereses personales hasta el punto de hacer uso de su vida si era necesario. En definitiva, eran súbditos ¿Son esas las libertades perdidas? ¿es esa la sociedad de referencia del nacionalismo? ¿Alguien se puede creer que el pueblo de Barcelona se alzó en armas para reivindicar ese modelo de sociedad? Sí, algunos se lo creen.

Bien, seguimos. Caminemos un poco, pasemos a la comparación, a otro momento histórico, y nos adentraremos en él a través de unas cuantas preguntas.
¿Cuándo se reivindicaron por primera vez las libertades personales en nuestra sociedad? ¿En qué momento histórico un catalán pudo autodenominarse ciudadano por primera vez? ¿Cuál fue la primera definición de soberanía nacional en la que los catalanes trabajamos por formar parte? ¿En qué momento se definieron las libertades individuales de esos ciudadanos que antes eran súbditos?
En 1812.

Con la constitución aprobada por todos los representantes del pueblo español en Cádiz, se dio respuesta a todos esos anhelos. La segunda constitución más antigua de Europa, la tercera más antigua del mundo, fue una constitución que se debatió, aprobó y promulgó, en unas cortes a las que acudieron representantes llegados de toda España, conclusión del ejercicio revolucionario iniciado en 1808, con la creación de las juntas supremas provinciales que sustituyeron a la administración absolutista a partir de una auténtica voluntad popular por ostentar la soberanía que el monarca había abandonado en manos de Napoleón. Unas cortes cuyo primer presidente fue el Catalán Ramón Lázaro de Dou.

Aquella constitución establecía un marco legal que acababa de raíz con el antiguo régimen (ese sistema que estaba en todo su apogeo allá por 1714) y que construía la primera concepción moderna de nación (concepto que como tal no existía con anterioridad). Una constitución que iba a ser referente liberal, progresista y finalmente democrático durante todas las décadas centrales del siglo XIX, en España y fuera de ella. En definitiva, un hito histórico de tal trascendencia para nuestro presente, como la revolución de 1789 lo fue y es para Francia.

Desde el hoy, y expuestos ambos momentos, estamos en disposición de elegir. Brevemente comparado su concepto de libertad, creo que puedo pasar a decidir personalmente cual quiero como referente histórico a conmemorar en mi presente, y cual no.

Privilegios frente a igualdad, leyendas frente a realidad constitucional, súbdito o ciudadano. Ante tal disyuntiva, yo prefiero formar parte de aquellos que celebramos la modernidad, el constitucionalismo, la igualdad, la fraternidad y…la libertad.

Y por eso, porque sé dónde quiero estar, sé lo que sí y lo que no puedo conmemorar.

Éste año prefiero celebrar el año en que 1714 caducó.
 

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