Notas de Prensa

Albert Rivera: 'Laporta y sus maestros'

21-10-2009 | ABC

Joan Laporta aseguraba hace unos días que hay una conspiración para destruir al Barça, que apuntaba básicamente a los medios de comunicación. Pero esta estrategia de Laporta no es nueva ni exclusiva.

 

Joan Laporta aseguraba hace unos días que hay una conspiración para destruir al Barça, que apuntaba básicamente a los medios de comunicación. Las críticas publicadas al presidente culé se ceñían al espionaje realizado por el Director General, mano derecha de Laporta, a compañeros de su junta directiva, y especialmente a sus, cada vez más estrafalarias y frecuentes, apariciones en manifestaciones, actos y espectáculos independentistas, incluida la última, antorcha en mano, subiendo al castillo de Montjuic- confieso que la estética de este acto me recordó demasiado al nacionalismo alemán de los años 30- encabezando la delegación de ERC.
 
Pero esta estrategia de Laporta no es nueva ni exclusiva, de hecho la han compartido otros “elegidos”. Francisco Franco, elegido según él, por Dios para liberar España, consideraba anti-español a todo aquel que se atreviera a cuestionar la dictadura, a todo aquel que quisiera o defendiera un régimen democrático y especialmente a todos aquellos que pedían el reconocimiento de una España plural, que reconociera políticamente la co-oficialidad de lenguas como el catalán o el gallego. El ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol se refugió en el concepto que da título a la obra de Arcadi Espada “Contra Catalunya” para tapar todas las corruptelas- Banca Catalana, caso Turisme, tres por ciento, etc...- , atropellos lingüísticos en la educación y abusos de poder en las encuestas públicas y en los medios de comunicación de sus 23 años de gobierno. Y parece ser que ese es el modelo continuista que Montilla ha querido aplicar en sus 3 años de gobierno. Frente a los informes fantasmas de sus consejerías, las licencias secuestradas y regaladas a través del CAC en 2008, las multas lingüísticas a los comerciantes catalanes que rotulan en castellano o las críticas a los despilfarros de Carod y otros consejeros, la solución ha sido hablar de “catalanofobia”.
 
Todos estos comportamientos entre mesiánicos y caudillistas tienen una característica común: pretenden apoderarse de las instituciones imponiendo una visión única de un país, una región o un club, confundiendo el Barça, España o Cataluña con los intereses particulares de cada uno de estos personajes, camuflando bajo las banderas y los símbolos de todos, sus debilidades o sus maniobras más oscuras.
 
Yo, como muchos catalanes, soy  tan catalán como español y aficionado del Barça, y no pienso renunciar ni renegar de ninguna de estas condiciones políticas o deportivas por tener nacionalistas al frente de gobiernos o juntas directivas. Es evidente que en el caso del Barça son solo sus socios quienes pueden acabar con la polítización del club que ha llevado a cabo Laporta durante sus mandatos. Pero en el caso de las instituciones públicas como la Generalitat somos todos los ciudadanos y los representantes públicos los que debemos movilizarnos y trabajar para que quienes estén al frente de éstas, trabajen pensando en todos los ciudadanos, sin camuflar sus abusos y chapuzas bajo nuestros símbolos.

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