Notas de Prensa

El debate separatista

21-09-2013 | La Voz Libre

El proyecto para Cataluña se convierte en un mero objetivo involutivo, retrógrado y reaccionario

 Aunque lo que toca en estas fechas es debatir sobre la política que debe impulsarse desde el gobierno autonómico catalán -el próximo miércoles empieza el debate de política general en el Parlamento de Cataluña- el debate que no cesa es el de la separación, el de la división sociopolítica del conjunto de ciudadanos catalanes a los que se nos quiere imponer la "necesidad ineludible" de elegir entre ser o no españoles, siendo como somos catalanes.

 
Este es el programa de Artur Mas y de CiU, el proyecto político que ofrecen a todos los catalanes, con un único objetivo: romper los fundamentos del Estado de Derecho que es España para conseguir su estado propio, el de Mas y Junqueras, en el que esperan mantener sus leves cotas de influencia Navarro, Camats y Herrera. Artur Mas sigue aferrado a un "programa de gobierno" monotema: la travesía a Ítaca en el buque fantasma en el que se ha convertido la administración autonómica catalana.
 
Artur Mas y CiU siguen sin aplicar un verdadero programa de gobierno. Bajo la tutela de la ERC de Oriol Junqueras -partido que históricamente ha sido garantía de fracaso- fija su mirada en las libertades de 1714. El proyecto para Cataluña se convierte en un mero objetivo involutivo, retrógrado y reaccionario, cuyas bondades se difunden estos días en toda la comunidad autónoma y muy especialmente en Barcelona que, con motivo de las fiestas de La Mercè, hará una glosa interesada de lo que nos hemos perdido durante los últimos 300 años y de la necesidad de volver a los orígenes.
 
El falso debate es tan cansino que hasta el que durante décadas ha sido uno de sus paladines interesados, el presidente de UDC Josep Antoni Duran i Lleida, ha decidido cerrar su blog como consecuencia del hartazgo que le produce el proceso separatista que él mismo ha iniciado desde CiU, federación de la que sigue siendo secretario general.
 
El talón de Aquiles del proceso es la inconsistencia argumental: España, de la que Cataluña forma parte desde su nacimiento como nación, no sólo no nos roba sino que sigue siendo la única garantía ante la quiebra de la administración de la Generalitat y de los ayuntamientos catalanes; la mayoría por la separación de la que se alardea sigue sin existir y se está muy lejos de lograrla, como demuestra el burdo intento de CDC de ganar prosélitos entre los catalanes con ascendencia u origen en otras regiones españolas; la hipotética continuación en la UE tras la ruptura con el resto de España es una quimera para la Cataluña independiente que persigue Artur Mas; la sensible mejoría de la economía catalana en la que se insiste desde los adictos al régimen tardaría décadas en producirse y debería pasar necesariamente por arrojar lastre político-administrativo del seno de la administración de la Generalitat.
 
A todos estos argumentos hay que añadir el fundamental. La calidad del gobierno de la Generalitat, la calidad de la gobernanza en Cataluña, dista muchísimo de la Dinamarca del sur de Europa que se nos promete. Mientras que Dinamarca ocupa el primer lugar en la clasificación del índice europeo de calidad de gobierno elaborado por la Comisión Europea en 2012, el gobierno de Cataluña está muy por detrás del de España en esa clasificación (el puesto 130 frente al 13) y es la última de las regiones españolas, por detrás de Andalucía que ocupa el penúltimo lugar y en los niveles de muchas regiones italianas o de los antiguos países del Este integrados en la UE.
 
Porque lo que mide este índice son pilares como el control de la corrupción, el respeto al Estado de Derecho, la efectividad del gobierno y la participación ciudadana y la rendición de cuentas de los gobernantes. Y en estas cuestiones, fundamentales para el ejercicio democrático del poder y el desempeño de las funciones de gobierno, Cataluña tampoco es un referente para nadie dentro de España ni dentro de Europa. Este argumento, por sí solo, es más que suficiente para desconfiar plenamente de la oferta separatista de Artur Mas y de su principal socio en la aventura secesionista en la que quieren embarcarnos a todos los catalanes y, en consecuencia, al resto de los españoles. Cataluña, con este gobierno, lo tiene crudo. Seguiremos trabajando para mejorar la gobernanza en Cataluña, lo que sin duda pasa por conseguir que Artur Mas y la CiU que actualmente le apoya dejen de tener responsabilidades de gobierno y pierdan el poder tras los próximos comicios autonómicos, esos que el actual presidente de la Generalitat anuncia como un plebiscito por la ruptura y la separación.
 
Ciutadans seguirá trabajando y ampliando sus apoyos ciudadanos para conseguirlo lo antes posible. Porque lo que necesita Cataluña, lo que necesitamos todos los catalanes, no es un debate separatista; lo que de verdad necesitamos es un proyecto de gobierno, no un objetivo partidista y reaccionario anclado en 1714.
 

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