Notas de Prensa

El más español de todos

11-08-2014 | C's

He llegado a la conclusión de que en la parte más honda y sustancial de su personalidad, Jordi Pujol se considera profundamente español

Salvo los profesores de literatura y unos pocos letraheridos, pocos recuerdan ya al escritor y editor José Bergamín (1895-1983). Apasionado defensor de la República, fue uno de sus intelectuales oficiales y ocupó cargos públicos en ella. Después de un largo exilio regresó a España en 1970 y orientó sus simpatías hacia Herri Batasuna, para quien llegó a pedir públicamente el voto. Cuando un periodista le preguntó la razón por la que un declarado republicano y patriota español como él respaldaba a la izquierda abertzale, Bergamín respondió: "porque son los más españoles de todos".

Esta anécdota fue lo primero que me vino a la cabeza cuando, después de leer el comunicado publicado por Jordi Pujol el viernes pasado, me recuperé de la inevitable conmoción. Y a medida que pasan los días y se van conociendo más detalles, me da la sensación de que aquella primera intuición no estaba desencaminada. Es más, he llegado a la conclusión de que en la parte más honda y sustancial de su personalidad, Pujol se considera profundamente español, entendida la condición de español en el sentido en que él mismo, su mujer y algunos de sus hijos han usado siempre esta palabra.

Oriol Pujol, por ejemplo, el 23 de marzo de 2012 -¡qué lejos nos parece hoy!-, en su primer discurso oficial como secretario general de Convergencia Democrática de Cataluña, estrenaba el cargo diciéndole a su padre: "presidente Pujol, ¡no has fracasado!; nos has enseñado por dónde se deben sortear los escollos y huir de estas aguas podridas que nos ahogan". Las aguas podridas, como todos los periodistas nacionalistas y no nacionalistas destacaron inmediatamente, eran una metáfora ideada años atrás por el mismo Jordi Pujol para referirse a España, un país que los Pujol asociaban a todo tipo de vicios: arrogante, codicioso, cínico, corrupto, mentiroso, ladrón… No contento con lo dicho, Oriol cerró su intervención dando las gracias a su padre por su "magisterio" y le concedió su perdón "por haber priorizado Cataluña por encima de la familia".

Desde el viernes pasado, el discurso del hijo y heredero político de Jordi Pujol ha adquirido su auténtico sentido. Ahora ya sabemos exactamente en qué consistían las enseñanzas paternas para superar los escollos, reconocemos admirados el magisterio ejercido a lo largo de décadas y entendemos las razones por las que finalmente el hijo perdonó a su progenitor.
Rodeado de tantos políticos y financieros españoles mediocres (Luis Roldán, Mario Conde, Ruiz Mateos, Matas, Camps, Bárcenas, Blesa, Fabra…), que después de algunos años de gloria acababan sistemáticamente retratados, Pujol se impuso a sí mismo la tarea hercúlea de demostrar su absoluta primacía sobre todos ellos, e incluso hizo cuanto estaba en su mano para que -padre, maestro y presidente- varios de sus hijos heredasen y perpetuaran su arte.

Hoy, al fin, vemos claro cuál era la meta final de este hombre: ¡quería ser el más español de todos!
Salvo los profesores de literatura y unos pocos letraheridos, pocos recuerdan ya al escritor y editor José Bergamín (1895-1983). Apasionado defensor de la República, fue uno de sus intelectuales oficiales y ocupó cargos públicos en ella. Después de un largo exilio regresó a España en 1970 y orientó sus simpatías hacia Herri Batasuna, para quien llegó a pedir públicamente el voto. Cuando un periodista le preguntó la razón por la que un declarado republicano y patriota español como él respaldaba a la izquierda abertzale, Bergamín respondió: "porque son los más españoles de todos".

Esta anécdota fue lo primero que me vino a la cabeza cuando, después de leer el comunicado publicado por Jordi Pujol el viernes pasado, me recuperé de la inevitable conmoción. Y a medida que pasan los días y se van conociendo más detalles, me da la sensación de que aquella primera intuición no estaba desencaminada. Es más, he llegado a la conclusión de que en la parte más honda y sustancial de su personalidad, Pujol se considera profundamente español, entendida la condición de español en el sentido en que él mismo, su mujer y algunos de sus hijos han usado siempre esta palabra.

Oriol Pujol, por ejemplo, el 23 de marzo de 2012 -¡qué lejos nos parece hoy!-, en su primer discurso oficial como secretario general de Convergencia Democrática de Cataluña, estrenaba el cargo diciéndole a su padre: "presidente Pujol, ¡no has fracasado!; nos has enseñado por dónde se deben sortear los escollos y huir de estas aguas podridas que nos ahogan". Las aguas podridas, como todos los periodistas nacionalistas y no nacionalistas destacaron inmediatamente, eran una metáfora ideada años atrás por el mismo Jordi Pujol para referirse a España, un país que los Pujol asociaban a todo tipo de vicios: arrogante, codicioso, cínico, corrupto, mentiroso, ladrón… No contento con lo dicho, Oriol cerró su intervención dando las gracias a su padre por su "magisterio" y le concedió su perdón "por haber priorizado Cataluña por encima de la familia".

Desde el viernes pasado, el discurso del hijo y heredero político de Jordi Pujol ha adquirido su auténtico sentido. Ahora ya sabemos exactamente en qué consistían las enseñanzas paternas para superar los escollos, reconocemos admirados el magisterio ejercido a lo largo de décadas y entendemos las razones por las que finalmente el hijo perdonó a su progenitor.
Rodeado de tantos políticos y financieros españoles mediocres (Luis Roldán, Mario Conde, Ruiz Mateos, Matas, Camps, Bárcenas, Blesa, Fabra…), que después de algunos años de gloria acababan sistemáticamente retratados, Pujol se impuso a sí mismo la tarea hercúlea de demostrar su absoluta primacía sobre todos ellos, e incluso hizo cuanto estaba en su mano para que -padre, maestro y presidente- varios de sus hijos heredasen y perpetuaran su arte.

Hoy, al fin, vemos claro cuál era la meta final de este hombre: ¡quería ser el más español de todos!
 

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