Notas de Prensa

Europa necesita un cambio

04-03-2014 | La Voz Libre

'Europa no ha podido impedir que la crisis la paguen los trabajadores, los parados y los pensionistas'

Si algo hemos aprendido durante estos larguísimos años de crisis es que Europa no esta tan lejos de nosotros, pero tampoco está tan cerca. La falta de unidad de criterio en materia financiera y fiscal y el egoísmo de una forma de nacionalismo estatal han marcado las medidas adoptadas para salir de la crisis, medidas que se han llevado por delante derechos y libertades ganadas a pulso por varias generaciones y que inciden de manera directa en el día a día de los ciudadanos. Pero Europa queda lejos en cuanto al control democrático y lejos de unas instituciones escandalosamente burocratizadas, donde la unidad de acción política se diluye en múltiples círculos de poder que nada tienen que ver con la justicia que reclaman los ciudadanos europeos.

Europa está perdiendo oportunidades al ser incapaz de solucionar el dilema de gestionar un enorme espacio socioeconómico y a la vez trazar unas nuevas reglas de juego supranacionales que trasciendan la individualidad de los estados. Recetas unilaterales sólo preservan el status quo de los estados más poderosos atacando la línea de flotación de lo que debiera ser un espacio de crecimiento para todos de manera solidaria, como señaló Oskar Lafontaine: “Este arrogante nacionalismo económico conduce a la destrucción de la gran idea europea”. Esa nula capacidad para reconducir las políticas en beneficio de lo común agudizan las desigualdades y socavan los principios democráticos. La consolidación interna hipoteca la acción exterior de una economía sobrepasada por otras que actúan como un solo cuerpo.

Europa tampoco ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos que en definitiva configuran una sociedad más formada y más exigente, una ciudadanía crítica con su entorno y rigurosa con los responsables públicos. Jóvenes y no tan jóvenes están marcando las nuevas maneras de relacionarse a todos los niveles. En el siglo XXI la exigencia ciudadana torna en ridícula la acción política de los partidos de siempre y plantea la necesidad de darle la vuelta como a un calcetín a las estructuras de Bruselas, el objetivo no puede ser otro que acercar las instituciones a los ciudadanos y asentar un nuevo modelo que anteponga los intereses comunes a los egoísmos regionales.

Europa ni si quiera ha sido capaz de llevar a buen puerto promesas como la supresión de los paraísos fiscales, la emisión de deuda común, el desarrollo de una fiscalidad armonizada, la dotación de un Banco Central con poderes para impedir que la política no sea una subordinada de la economía y ésta esté al servicio de la Europa de los ciudadanos y no a la Europa de los mercaderes. En definitiva, Europa no ha podido impedir que la crisis la paguen los trabajadores, los parados y los pensionistas.

Europa está más cerca de lo que parece, esa nueva conciencia surgida de una de las peores crisis de la historia debe conducirnos a una mayor implicación con el objetivo de que la auténtica ciudadanía europea no sea sólo un anhelo.

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