Notas de Prensa

La hora de los ciudadanos

23-07-2013 | La Voz de Barcelona

Cada vez estoy más convencido de que hay que recuperar esos valores civiles que los políticos que nos han venido gobernado hasta ahora se han esforzado en anestesiar

 La actual forma de entender la política en España está herida de muerte. La corrupción, la organización de los partidos y las batallas partitocráticas de derecha a izquierda, por un poder que después no ostentan con garantías democráticas, ha dejado el panorama político español en evidencia. Sin embargo, en este ecosistema artificial que ahora empieza a contaminarse sin remedio alguno, muchos ciudadanos hemos despertado de nuestro aletargo civil y para los que todavía siguen inmersos en ese profundo sueño del confort, espero que después de estas líneas comiencen a desperezarse.

 
Durante todos estos años, la política de alta cuna se ha esforzado en hacer creer a las personas de a pie que implicarse políticamente suponía más perjuicio que beneficio. Esta concepción de la implicación como renuncia ha intimidado a muchos ciudadanos que han creído que participar en la resolución de sus problemas diarios pone en riesgo muchas de las cosas conseguidas con su trabajo y esfuerzo. Pregunto yo: ¿es incompatible? Por supuesto que no, el problema está en que se ha entendido la política como una profesión, como un oficio que se inicia en la juventud y se abandona con la jubilación. Entenderlo así va en contra no sólo del propio concepto de política, sino también de la idea actual de interacción laboral donde cambiamos muchas veces de trabajo, de ocupación, de residencia o incluso de país.
 
¿Por qué la política es lo único que continúa estancado en el pasado? Pues porque a muchos les ha interesado cerrar el coto como un submarino e ir aislando los accesos en compartimentos estancos hasta que finalmente la nave ha naufragado. Ahora el político de profesión debe ser el cazador cazado y sólo nosotros podemos conseguir que sea una especie en peligro de extinción si entendemos la política como la participación de todos y somos capaces de elegir a aquellos a quienes la silla les queme más que les duerma.
 
Muchos de los que nos hemos jugado nuestro dinero en una empresa -pese a nuestra juventud- sabemos lo difícil que es pagar una cuota de autónomo y que sobre algo. Muchos de los que no somos devoradores de subvenciones sino que tenemos que sacar dinero de nuestra cuenta para ponerlo en un proyecto, conocemos el valor del dinero. Pero la política hace tiempo que, como necio, confundió valor con precio, porque alguien que no ha tenido una experiencia profesional con riesgo, con dolores de cabeza y responsabilidad no puede entender lo que supone. Por eso considero que el ciudadano puede ser el político con más experiencia, porque para ser político primero hay que ser ciudadano y la alteración del orden de estos dos factores no sólo es peligrosa sino insultante.
 
El nuevo ciudadano implicado políticamente tiene que aportar a la comunidad lo mejor de sí mismo y para ello no son necesarios los discursos de tribuna, sino la participación activa en la resolución de los problemas reales que nos preocupan a todos y apoyando a los que reman en esta dirección. Cómo, se preguntarán algunos. Pues, desde luego, no quedándose en casa leyendo las portadas de la prensa, sino entendiendo la política como la puesta a disposición de sus capacidades en un momento determinado de nuestras vidas, para después abandonarlo con la misma celeridad y movidos por los mismos intereses que nos llevaron a entrar. Para ello debemos dejar de ser simples auditores de la gestión política y convertirnos en los autores de nuestras soluciones.
 
Cada vez estoy más convencido de que hay que recuperar esos valores civiles que los políticos que nos han venido gobernado hasta ahora se han esforzado en anestesiar, haciéndonos creer que la única forma de participar políticamente es manifestándonos con banderas y pancartas. No, señores; ser ciudadano es algo más serio, es preocuparse de la res publica, es decir, de lo que nos concierne a todos, es una obligación y requiere una implicación activa en el debate político para influir en la toma de las decisiones. Porque ahora más que nunca está en nuestras manos, en las de la sociedad civil, en las de todos. Los que nos han traído hasta aquí han agotado su tiempo y han perdido, pero todavía el partido no ha acabado, sino todo lo contrario, acaba de empezar.
 
“Un ciudadano en sentido estricto se define por ningún otro rasgo mejor que por participar en las funciones judiciales y en el gobierno”. Siempre he admirado como los autores clásicos son especialistas en dejar en evidencia los ciclos del tiempo irrumpiendo con más actualidad que nunca. Y aunque esta frase parezca de ayer, es de Aristóteles. La política es eso y los clásicos lo tenían claro ¿Y vosotros?

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