Notas de Prensa

La pesadilla de 'Artur Luther King'

20-09-2013 | Crónica Global

Comparar la opresión de la América negra con la situación de los catalanes no sólo es una falacia sino un aprovechamiento ilícito de las luchas de otros pueblos

Este pasado agosto me cogió por sorpresa el aniversario de los 50 años de aquel "I have a dream" que un reverendo de Atlanta se atrevió a formular, casi a ritmo de jazz, ante una marea de gente en Washington. Para los que hemos nacido en democracia escenas como esa nos parecen muy lejanas en el tiempo, pero a la vez, se erigen como ejemplo supremo de lucha y movilización. Espero que hayan sido las casualidades del calendario las que le hayan empujado a Artur Mas a compararse con el desaparecido Martin Luther King. Me consta que el presidente autonómico tiene sus propios sueños, pero en cualquier caso, poco tienen que ver con los de aquella generación que luchaba por unos derechos civiles opuestos al repugnante lastre del racismo.

Fueron cerca de unas 200.000 personas las que se congregaron frente al monumento a Lincoln sin que ningún gobierno y sin que ninguna televisión pública hiciesen una campaña enfervorecida del acontecimiento. Aquella concentración fue el reflejo de la voluntariedad de una sociedad civil, que al margen de la subvención y del partidismo, decidió levantarse del sofá de sus casas para influir en la política y el destino de su país.

Una sociedad sin complejos y que no medía la democracia por el número de manifestantes. Por eso me parece un atentado a la historia y a los valores democráticos, que el nacionalismo, en sus ataques de victimismo, se compare con acontecimientos cuyos objetivos son totalmente opuestos a aquello que predican. Comparar la opresión de la América negra con la situación de los catalanes actualmente no sólo es una falacia que remueve las conciencias de todo historiador, sino un aprovechamiento ilícito de las luchas de otros pueblos. Una sociedad civil, la de aquel agosto de 63, que se movilizó precisamente por la erradicación de las diferencias y por la unidad de todos los americanos sin importar la identidad.

En definitiva, una llamada a la unión social de todos los ciudadanos. Por eso me parece más grave estrechar así los lazos históricos cuando la independencia lo que pretende es precisamente socavar, bajo el discurso de la confrontación, esa idea de convivencia y unidad.

Las comparaciones históricas miopes no son nuevas en el discurso romanticista que el nacionalismo invoca constantemente. Algo parecido ha ocurrido con la analogía entre la Via Catalana y la Vía Báltica, hasta el punto que la ANC en su página web dedica un apartado a explicar cómo los pueblos de Estonia, Lituania y Letonia unieron sus manos en 1989. No sé si me preocupa más el hecho de que se tomen siempre ejemplos de territorios en un Estado embrionario de desarrollo democrático y civil como Kosovo, o que de nuevo, se atrevan a comparar cómo vivimos los catalanes ahora, con aquellos pueblos comunistas.

Imagino que los paralelismos históricos tratados con esa superficialidad son una tentación irrechazable para quienes se esfuerzan constantemente en justificar históricamente aquello que no pueden explicar democráticamente.

Cuando estudié la política americana en mi tesis, recuerdo la insistencia de Martin Luther King en sus discursos -inspirado en Du Bois- en alcanzar la América con la que soñaron los padres fundadores en la Constitución. En definitiva, lograr vivir en una tierra de ciudadanos libres e iguales. He aquí la mayor paradoja, cuando la Generalidad precisamente pretende terminar con ese consenso que iniciaron los padres de nuestra Constitución y que todos acordaron junto con las herramientas legales de modificación.

Ante este panorama de comparativas sin sentido y de pérdida del rumbo político, creo que ha llegado el momento idóneo para que los ciudadanos nos movilicemos contra aquellos partidos que, aun siendo autores de las reglas del juego, han perdido la batalla. La Marcha sobre Washington que iniciaron Luther King y otros más nunca será un ejemplo para aquellos que buscan dividir a los ciudadanos, pero sí puede ser un buen espejo para los que creemos que este país necesita cambios.

En realidad, ya hay muchos que lo estamos haciendo desde nuestra posición, porque ese presunto sueño del presidente autonómico por llegar a ninguna parte, se está convirtiendo en una pesadilla de la que tenemos que despertar cuanto antes.

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