Notas de Prensa

Plataformas y liderazgo

09-08-2013 | La Voz de Barcelona

La convulsión política en Cataluña tiene dos fuentes principales: el separatismo omnipresente y la cada vez más patente corrupción política

 El panorama político sigue convulso, tras más de dos años de deriva separatista por parte de la otrora moderada CiU comandada por Artur Mas y tutelada, tras los comicios del 25N, por ERC y su actual líder, el alcalde de Sant Vicenç dels Horts. La convulsión política en Cataluña tiene dos fuentes principales: el separatismo omnipresente y la cada vez más patente corrupción política.

Las encuestas de opinión publicadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) son machaconas. Una tras otra siguen exponiendo la preocupación del conjunto de los españoles por “nimiedades” como el paro y la situación económica y, como no, la corrupción y la política en general, los políticos y los partidos. Este estado de opinión en el conjunto de España es similar al que manifiestan los ciudadanos de la comunidad autónoma catalana. El Centro de Estudios de Opinión (CEO) dependiente de la presidencia de la Generalitat de Cataluña coincide sensiblemente con el CIS en la determinación de las principales cuestiones que preocupan al conjunto de los ciudadanos catalanes:  paro y precariedad laboral, situación económica e insatisfacción con la política, esta última seguida de cerca por la artificiosa “relaciones Cataluña-España”, peculiaridad de la metodología utilizada por el CEO que con mucha frecuencia busca inducir respuestas para que la cocina alcance el resultado esperado.

Sea como fuere, hay un común denominador en los barómetros de opinión: preocupa el paro y la situación económica, la marcha de la economía, en toda España la corrupción –también en Cataluña pero el CEO prefiere omitir la cuestión en sus encuestas– y no se reconoce a los políticos y a los partidos la capacidad de poner coto y acabar con estos problemas principales.
 
Y no es de extrañar. Basta con dar una vuelta de horizonte por el panorama político en busca de liderazgo para observar que podrían contarse con los dedos de la mano los políticos capaces de ofrecer a buena parte de sus conciudadanos unos niveles de esperanza capaces de enderezar esta penosa situación de desafección ciudadana. Una desafección que ha hecho que buena parte de los españoles estén expectantes ante la posible aparición de nuevas plataformas políticas y de líderes capaces de revertir esta situación desoladora.
 
En el caso particular de Cataluña desde los resortes de poder se está forzando la aparición de una variable apenas perceptible hace pocos años: el clamor independentista de una supuesta mayoría en pos de un referéndum de secesión y de la creación de un nuevo estado tras la secesión del resto de España. Dentro o fuera de la Unión Europea, parece lo de menos. La oficialidad política y mediática se permite incluso el lujo de señalar a quienes disentimos de este planteamiento, por estéril e innecesario. Quienes no creemos que la secesión de Cataluña del resto de España sea solución para ninguno de los principales problemas que padecemos el conjunto de los españoles, en absoluto contemplamos la necesidad de romper el marco del estado de derecho para dar cabida por la vía del atajo a las pretensiones separatistas de los que ostentan el poder. Esos privilegiados que, además, se victimizan constantemente al tiempo que disfrutan de todas las ventajas del usufructo del poder.
 
Muchos son los factores que han permitido que en los últimos años campen a sus anchas los voceros por la separación, caiga quien caiga como anuncian reiteradamente. Consulta sí o sí. Y si no, elecciones plebiscitarias y declaración unilateral de independencia. Lo que empezó con el eufemismo del “derecho a decidir” se ha transformado para CiU, sus socios interesados de ERC y buena parte de ICV –no sé si también toda la facción EUiA– en independencia a la carta, a ser posible por vía refrendaria y si no, por vía directa y unilateral.
 
Desde nuestra aparición, primero como plataforma ciudadana y desde 2006 como partido político, Ciutadans (C’s) hemos sido muy claros y concretos en la oposición al nacionalismo y hemos hecho reiterados llamamientos a otras fuerzas políticas, especialmente al PSC y al PPC, para que dejen de lado la lógica rupturista que se impone desde todas las esferas del régimen imperante en Cataluña. Pero son muchos años de connivencia de estos partidos con el nacionalismo en base a lo que daban en llamar gobernabilidad de España, que no ha sido más que un instrumento que ha permitido a los nacionalistas campar a sus anchas y moldear en su provecho a una parte importante de la opinión pública.
 
El liderazgo político de C’s ha tenido en ocasiones el seguidismo interesado de otras fuerzas políticas. Esta pasada semana, por enésima vez, hemos podido constatar el mimetismo discursivo que con frecuencia practica Alicia Sánchez-Camacho, ofreciendo su figura para liderar una “plataforma unionista” que contrarreste la acción de los partidos separatistas.
 
Esta oferta sería creíble si procediera de una persona y de un partido con un mínimo de credibilidad. Un partido cuya matriz ostenta el poder en España con mayoría absoluta y que no solo está salpicado por uno de los casos de corrupción más lacerantes de la política española sino que ha sido incapaz de ofrecer al conjunto de los españoles un proyecto común capaz de vertebrar, de una vez por todas, nuestro estado social y de derecho. Y una persona capaz de buscar y obtener, en el período preelectoral que dio paso al primer gobierno de Artur Mas, información precisa sobre las corruptelas que afectan a la principal familia de CiU –la Pujol Ferrusola– tal vez para utilizarla a posteriori para conseguir acuerdos en la sombra con el que se autodenominaría “el gobierno de los mejores”. Práctica oscurantista que, por cierto, la Sra. Sánchez-Camacho sigue propugnando al plantear encuentros bilaterales y discretos –es decir, sin luz ni taquígrafos– entre dos de los políticos con menor índice de credibilidad en la actualidad, los señores Mas y Rajoy.
 
No cabe duda que hace falta una movilización social y ciudadana que rompa con la hegemonía del actual régimen separatista en Cataluña. Y es verdad que hace falta un liderazgo sólido. Por mi parte no tengo ninguna duda de dónde encontrarlo. 
 

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