Notas de Prensa

Pobres y sin independencia

08-11-2013 | La Voz Libre

La independencia que necesitan esas personas no es la que prometen Artur Mas y Oriol Junqueras

Una de cada tres personas vive hoy en Cataluña en situación de pobreza. Y casi un 27% de los niños catalanes son también pobres. Parecen cifras imposibles, pero son reales, muy reales. Las ha calculado el propio Institutd’Estadística de Catalunya (IDESCAT).

Mientras se encuentren en esa situación, esas personas nunca verán la independencia. Y no me refiero a la independencia política que prometen algunos, y que pretenden conseguir saltándose la ley. Esa tampoco la verán, no, pero lo cierto es que esa es la menos importante de las independencias para las personas que abren la nevera -si disponen de este electrodoméstico- y ven los estantes vacíos.

La independencia que necesitan esas personas no es la que prometen Artur Mas y Oriol Junqueras. La verdadera independencia, la que necesitan, es la que les permita vivir una vida independiente y digna, obtener un trabajo con el que ganarse un salario decente y poder así ejercer realmente la plenitud de derechos de ciudadanía que, hoy en día, sólo disfrutan sobre el papel.

Porque -no nos engañemos- ¿qué importa que un texto legal diga que todos somos iguales en derechos si en lugar de un filete de ternera solo puedes ofrecer a tus hijos, y con mucho esfuerzo, unas salchichas de cincuenta céntimos el paquete? ¿qué importa el falaz “derecho a decidir” si tienes que pasar frío en casa en invierno porque no puedes poner la calefacción?

Mientras el Gobierno catalán marea la perdiz y tiene a Cataluña paralizada hablando de soberanía, consulta, pregunta, plebiscitarias, autodeterminación, fronteras, separación y división, los problemas que les menciono son las que tienen diariamente el 30% de los catalanes. Más de dos millones de personas. Muchísimas más de las que fueron a la cadena humana con una bandera estelada.

Artur Mas y Oriol Junqueras deberían velar porque todas estas personas pudieran ejercer el derecho a decidir, sí, pero el que realmente importa para los ciudadanos: el que les permite decidir cómo organizar sus vidas, sus hogares y sus familias de una manera digna.

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