Notas de Prensa

Secuestrado

28-06-2013 | La Voz de Barcelona

Somos muchos los ciudadanos que nos sentimos rehenes de una cruzada ideológica en la que nos han capturado sin nuestro consentimiento

Hasta hace poco creía que el Parlamento autonómico era un órgano constitucional compuesto por distintos representantes que previamente los ciudadanos han escogido democráticamente. Un lugar, por tanto, en el que los seleccionados deben devolver al pueblo la confianza depositada en ellos trabajando diligentemente para solucionar sus problemas reales. Una definición que suena rimbombante a más de uno pero que constituye precisamente el origen y fin de la política: los ciudadanos.

Por lo visto, en Cataluña, desde hace tiempo, no sólo existe un estrabismo político severo a la hora de focalizar los problemas que nos perturban a todos, sino que además también se está perdiendo el horizonte en cuanto a las funciones y materias que debe albergar el edificio que nos representa a todos.

En todo secuestro, como menciona el gran Gabriel García Márquez, hay rehenes, intenciones y un rescate. En el particular secuestro parlamentario que estamos viviendo en Cataluña somos muchos los ciudadanos que nos sentimos rehenes de una cruzada ideológica en la que nos han capturado sin nuestro consentimiento. Un rapto donde el rescate que solicitan no cumple con las reglas del juego constitucional y que está abocado a que muchos pasemos de ser rehenes a víctimas.

Es curioso como, a diferencia de la Revolución francesa donde los revolucionarios estaban fuera del parlamento y pretendían tomarlo por la fuerza, ahora la revolución se esté haciendo desde el otro lado del muro, desde dentro. Sin duda, un sistema mucho más sutil y profesionalizado donde el cautiverio no necesita armas de fuego y palos para perpetrarse sino reuniones silenciosas plagadas de secretismo. Una revolución de murmullos más que de gritos y de puertas hacia dentro pervierte el principio democrático por el que se creó esta Cámara autonómica.

“Una apuesta de toda la sociedad catalana”, definía Jordi Turull (CiU) el Pacto Nacional por el Derecho a Decidir en el Parlamento autonómico. Una frase desafortunada, ya lo dijo Thoreau: “Las matemáticas no mienten, lo que hay son muchos matemáticos mentirosos”. Pues parece ser que a esta lista de matemáticos embusteros habría que sumar algún parlamentario, ya que en esa apuesta de “toda” la sociedad catalana faltan tres partidos que representan a un amplio conjunto de esa sociedad. Pero como ya ocurría con aquel fragmentado término de la sociedad vasca, que silenciaba a tantos otros, la “sociedad catalana” que algunos pretenden construir artificialmente, no sólo no estuvo representada, sino todo lo contrario, se arrebató a los ciudadanos su propiedad y dominio sobre esta cámara para cedérsela, ya ni siquiera a los políticos, sino aún peor, a una ideología.

Como ocurría en los primeros foros romanos o en los democráticos actuales, el parlamento debe reunir opiniones diversas, preguntas y respuestas con unos a favor y otros en contra, pero el proceso independentista pretende ganar engañándose como el que hace trampas jugando al solitario. He aquí los esfuerzos del señor Francesc Homs (CiU) en democratizar la cita alegando que hay “posiciones diferentes”, cuando en realidad son todos hermanos de su misma causa. Aunque hay algunos que les da más vergüenza que a otros, como el PSC que infiltra a miembros de su ejecutiva que más tarde alegan que no acuden en calidad de políticos socialistas. O los convergentes, orgullosos de que tanta gente hubiese acudido a su fiesta mientras se cruzaban codazos con Unió por debajo de la mesa para demostrar quién es más independentista.

Juegos de críos aparte, en definitiva, nadie quería perderse -periodistas con cargo en la cita incluidos- la que ya es la foto de las Azores independentistas. A mí, señores, su ridículo político me parece estupendo, pero no en mi/nuestro Parlamento autonómico.

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