Notas de Prensa

Un partido antisistema

09-09-2013 | Crónica Global

Por paradójico que resulte, ser hoy antisistema en Cataluña es situarse en el centro del tablero, aunque sólo sea por el desplazamiento del resto de fuerzas hacia la radicalidad

Diría que fue en septiembre de 2005. A comienzos de junio habíamos convocado a la prensa en el Taxidermista de la Plaza Real para hacer público el manifiesto del que surgiría Ciudadanos, y días más tarde, en el CCCB, lo habíamos presentado en sociedad, junto a un millar largo de amigos y algún que otro advenedizo. El impacto había sido sensacional, superior incluso a lo esperado. De ahí que, llegado el otoño, y mientras nos disponíamos a llevar la buena nueva a distintos puntos del territorio catalán y, en algún caso, del resto de España, recibiéramos unas cuantas llamadas más o menos confidenciales. Gente que quería hablar con nosotros, saber nuestras intenciones; conocernos, en una palabra. Pero sin que trascendiera.

Entre esas solicitudes estaba la del think tank de un importante grupo de comunicación español. Nos reunimos en un reservado de un restaurante del Ensanche barcelonés que no era La Camarga. Ellos serían unos siete y nosotros -entre los que estaba mi querido y añorado Horacio Vázquez Rial- no quisimos ser menos. La comida fue agradable. Franca y sin silencios. Les interesaba saber qué nos proponíamos y hasta dónde pensábamos llegar. Les repetimos lo que ya decía nuestro manifiesto: con la carrera del Estatuto, la clase política catalana había perdido definitivamente el sentido de la realidad y sólo la creación de un nuevo partido político, basado en los más elementales principios de ciudadanía, podía devolver a los catalanes una opción sensata y plausible en la que confiar y a la que poder votar. Sí, ¿pero y qué más?, objetaban nuestros interlocutores. Ese partido, ¿será de derechas o de izquierdas? Ni lo uno ni lo otro, contestábamos; o ambas cosas a la vez, si se prefiere, en la medida en que tendrá cosas de derechas y cosas de izquierdas. En todo caso, será un partido realista, comprometido con la realidad. Y, como gente experta que eran, nuestros interlocutores llegaron a la conclusión -y así nos lo trasladaron en la sobremesa, muy a su pesar- de que la criatura que pretendíamos alumbrar ni siquiera llegaría a nacer. Y, si no, al tiempo.

Por paradójico que resulte, ser hoy antisistema en Cataluña es situarse en el centro del tablero, aunque sólo sea por el desplazamiento del resto de fuerzas hacia la radicalidad -o su indefinición, ante ese desplazamiento-

El tiempo, sobra añadirlo, ha demostrado cuán equivocados estaban Y, aun así, aquel etiquetado primigenio, tan abierto, tan inclusivo, sigue moviendo a confusión. Este verano, sin ir más lejos, el politólogo de la Universidad de Gerona Lluís Orriols -o sea, otro experto- se preguntaba lo mismo que aquellos con los que compartimos manteles ocho años atrás: Ciudadanos, ¿es de derechas o de izquierdas? El hombre no podía comprender cómo un partido que, a su juicio, nació "para representar a una desatendida izquierda no nacionalista catalana" es votado, según las encuestas más solventes, por una importante porción de ciudadanos que no se consideran de izquierdas. Natural. Dejando a un lado su mala interpretación del texto original -un partido "identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales", como sostenía nuestro manifiesto, ¿tiene que ser necesariamente de izquierdas? ¿Una determinada derecha francesa, por ejemplo, no podría asociarse al entrecomillado?–, el imperativo taxonómico de su oficio le confundía y parecía sumirle en la perplejidad. Pero, detrás de su incomprensión, había algo más, privativo ya de su condición de catalán -y hasta diría, si se me permite, de catalán que ejerce en la Universidad de Gerona–. Me refiero al marco de referencia.

Se ha afirmado en más de una ocasión que Ciudadanos es un partido antisistema. Como el término suele asociarse al radicalismo y la violencia, hay quienes, dentro de la formación o en sus aledaños, se ofenden por ello. Se equivocan. No existe seguramente vocablo más justo para definir al partido. Ciudadanos es hoy en día la única fuerza política de Cataluña con representación parlamentaria ajena al sistema de partidos catalán y opuesta a sus principios y mecanismos -lo que queda perfectamente reflejado, por cierto, en su no participación en los actos de la Diada-. O sea, la única que ocupa con pleno derecho el centro político. Y es que, por paradójico que resulte, ser hoy en día antisistema en Cataluña es situarse en el centro del tablero, aunque sólo sea porque el desplazamiento del resto de fuerzas hacia la radicalidad -o su indefinición, cuando no contradicción, ante ese desplazamiento- ha dejado abandonado ese espacio, caracterizado por la defensa de la democracia, la libertad y, en definitiva, el Estado de derecho. Es decir, por el libre juego político dentro de la ley.

No es de extrañar, pues, que en el seno de Ciudadanos convivan tendencias que pueden parecer más progresistas o más conservadoras -o, por contentar a los expertos, más de izquierdas o más de derechas-. Ocurre así en todos los partidos eminentemente liberales. Ese tipo de partidos que -no estará de más recordarlo- tanto escasean en España.

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