Opinió

Los héroes de Cataluña

18-09-2017 | El Mundo

Intentan vendernos también que los alcaldes que meten en la destructora de papeles las resoluciones del Tribunal Constitucional son héroes.

Estas semanas estamos viviendo días convulsos en Cataluña, a raíz del golpe a la democracia que están perpetrando los partidos que gobiernan la Generalitat. Seguramente la democracia española no se enfrentaba a un desafío de esta naturaleza desde el golpe de Estado del 23-F, que afortunadamente acabó con la detención de los golpistas y el restablecimiento del orden constitucional. Pero en estos días que preceden al 1-O, fecha fijada por Puigdemont para el ilegítimo referéndum de autodeterminación, estamos viendo como el establishment catalán intenta envolver sus ilegalidades y arbitrariedades de una falsa heroicidad.

El mainstream separatista, desde hace años, pero especialmente estos días, explica el golpe como una gesta heroica. La radiotelevisión pública autonómica, los medios concertados por las subvenciones públicas, las entidades separatistas que gobiernan en Cataluña, Omnium Cultural y la ANC, y la asociación de municipios por la independencia, forman junto a los partidos secesionistas, una empresa conjunta cuyo objetivo, por motivos distintos, es la separación de Cataluña del resto de España. Según el relato oficial Artur Mas sería una especie de Nelson Mandela europeo, Puigdemont y Junqueras estarían compitiendo por emular a Companys en su golpe contra la República y Forcadell sería a sus ojos una activista equiparable a Rosa Parks.

Intentan vendernos también que los alcaldes que meten en la destructora de papeles las resoluciones del Tribunal Constitucional son héroes. Y héroes consideran a los extremistas que coaccionan a los alcaldes, concejales y funcionarios que sí cumplen las leyes, o a los radicales que señalan e identifican a policías, mossos y guardias civiles que estos días cumplen con sus obligaciones. Y como héroes presentan a algunos periodistas orgánicos que promocionan la secesión con dinero de todos o queman la Constitución en directo en TV3.

También consideran una heroicidad hacer propaganda separatista en las escuelas, colgando pancartas donde van a estudiar nuestros hijos, los de todos los catalanes. Y héroes debieron considerar a miles de maleducados orquestados por la ANC y compañía, que intentaron boicotear la manifestación por las víctimas después de los atentados de Barcelona y Cambrils. Y finalmente, en superhéroe han querido convertir al terrorista Arnaldo Otegi, recibido por los separatistas como una rockstar, en la Diada, olvidando así a los 54 catalanes asesinados por su banda terrorista, ETA. Esta hegemonía del marco mental separatista ha sido posible porque en Cataluña el estado y los valores constitucionales han ido desapareciendo paralelamente en las ultimas décadas. La presencia del estado brilla por su ausencia, y la igualdad, la libertad, la solidaridad y la unión han ido cediendo terreno frente a los contravalores nacionalistas: el supremacismo, la imposición, el egoísmo y la división.

Durante décadas el nacionalismo ha campado a sus anchas con el permiso y el apoyo de PP y PSOE, que escogieron como socios preferentes a los actuales partidos independentistas. Durante demasiado tiempo en vez de apoyar a los que denunciaban lo que ocurría en mi tierra, se dedicaron a proteger y limpiar a imagen de los que se construían su Estado y su trama a costa de la autonomía catalana. Por eso, en realidad, en Cataluña hoy, declararte insumiso de un Estado que prácticamente no está presente hace años no tiene mérito. Insultar al Jefe de Estado o silbar al himno nacional no tiene coste. Colgar la estelada en tu ayuntamiento para quitar la bandera catalana, la española o la europea saltándote la ley, tampoco. Incumplir las sentencias de los tribunales y negarte a implementar un sistema trilingüe en las escuelas es, en el fondo, estar a cobijo del poder.

Ya lo explicó Pascual Maragall, líder del PSC y presidente de la Generalitat, en 2006, cuando aseguró públicamente que aquel estatuto impulsado por su gobierno era una nueva Constitución para Cataluña, y que el Estado sería prácticamente residual en la comunidad.

La realidad es opuesta a la que nos cuenta el poder establecido en Cataluña. Los verdaderos héroes de Cataluña son aquellos que durante años, y especialmente en estas semanas de insumisión y arbitrariedad, defienden la legalidad democrática y con ello los valores constitucionales que permiten la convivencia.

Verdaderos héroes fueron los diputados de la oposición, encarnados en el vicepresidente del Parlament, Jose María Espejo, que en algún momento se le puso cara de Gutiérrez Mellado mientras hacía uso de la palabra y la imputada Forcadell se la quitaba. O el portavoz de Ciutadans, Carlos Carrizosa, quien en un alegato impecable le preguntaba a la presidenta con ironía si después de liquidadas las leyes autonómicas y el reglamento de la cámara debía seguir respetando las normas a partir de aquel instante. O Joan Coscubiela, que tuvo que enfrentarse a dos causas ese día: por un lado a las cacicadas de Junts pel sí , como el resto de portavoces de la oposición; y por otro, a la mitad de su grupo parlamentario, Podemos, que le reprocharon a grito pelado, entre escaños, que su grupo no apoyara a Puigdemont, como ha acabado haciendo Colau. Y héroes fueron el Secretario General y los letrados del Parlament, que a pesar de las presiones, advirtieron a la Mesa que estaban violando el reglamento de la cámara, los derechos de los diputados de la oposición y el propio Estatuto de autonomía.

Pero también son héroes los policías, guardias civiles y mossos que garantizan el cumplimiento de las leyes democráticas estos días, bajo la presión de los radicales que se dedican a señalar a los agentes que hacen su trabajo. Héroes también fueron los fiscales, jueces y contados periodistas que se atrevieron a destapar la corrupción de los gobiernos de Convergencia durante décadas, y desmontar así la estafa del ideólogo de la nación catalana, Jordi Pujol. Pero héroes también han sido los periodistas que han sido señalados y amenazados por demostrar que Puigdemont mintió cuando negó tener alertas que advertían del posible atentado en La Rambla de Barcelona.

Héroes solitarios son los pocos padres o entidades cívicas que se atreven a denunciar la propaganda ideológica en las escuelas catalanas estos días previos al 1-O.

Y auténticos héroes cargados de paciencia fueron la mayoría de ciudadanos asistentes a la manifestación contra el terrorismo, que caminaron juntos sin símbolos ideológicos y con respeto a las víctimas, a pesar de los maleducados de las banderas separatistas y los insultos. Y los verdaderos superhéroes nacionales han sido las victimas del terrorismo en Cataluña, que durante años han sido ninguneadas por los políticos separatistas, y ahora tienen que ver con estupor como el gobierno se abraza y elogia al villano, Arnaldo Otegi.

Cuando en un país democrático a los poderes públicos les cuesta aplicar la ley, y a los que violan las leyes no les cuesta y se envalentonan, corremos el riesgo de ser un país sin futuro. A pesar de todo, estamos a tiempo de evitar que se descomponga nuestra democracia. Espero que al gobierno actual y al resto de poderes públicos no les tiemble el pulso para garantizar nuestras libertades y no permitan que Cataluña se convierta en un territorio sin democracia y sin ley. Tienen nuestro apoyo para ello.

Pero el día después del 1-O, cuando se consiga parar el golpe, muchos españoles no vamos a aceptar 30 años más la táctica del apaciguamiento, las cesiones y el chantaje de los políticos que quieren romper nuestro país. Urge un nuevo proyecto común de futuro para todos los españoles, que no pasa por el inmovilismo y la nostalgia por el bipartidismo, ni mucho menos por la nación de naciones sin rumbo, con separatistas y populistas de socios para un naufragio seguro. La dignidad de la democracia española la encarnan los héroes de Cataluña. A ellos les deberemos que este país siga siendo España. Y a ellos les debemos el compromiso de no volver a cometer los mismo errores.

 

*Lee el artículo en El Mundo

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