Iritzia

Nucleares, sí gracias

30-04-2022 | ABC

Es hora de que España siga la estela de Europa en materia nuclear

Hace semanas el nombre de Emmanuel Macron está en boca de dirigentes de todo color. No en vano, el francés se erige estos días como dique de contención al populismo en Europa y eso basta para que haya concitado el apoyo de quienes sabíamos una pésima noticia que el nacionalismo identitario se hubiera hecho con una de las principales democracias del continente. Como militante del liberalismo en España, celebro las loas desde un amplio espectro político hacia el presidente Macron, aunque, más que alabarlo, me gustaría que el Gobierno de Pedro Sánchez le imitara. No sólo respecto a la firmeza del francés contra el populismo, sino a sus recetas económicas.

 

Macron ha demostrado liderazgo incluso asumiendo rectificaciones. Una de las más recientes tiene que ver con la energía nuclear, cuya producción se comprometió a reducir en 2018, pero que ahora multiplicará con la construcción de nuevos reactores nucleares. En sintonía con lo que sostenemos los liberales españoles: la transición energética es un camino hacia un futuro deseable, no el punto de llegada. Y en esa senda, la alternativa nuclear es la mejor acompañante. La combinación del aumento del precio de la energía en Europa, la necesidad de reducir las emisiones de carbono y la dependencia del gas ruso han llevado a las democracias más avanzadas del continente a replantear su apuesta por la energía nuclear, amparadas por la decisión de la Comisión Europea de considerar la nuclear como fuente “verde” de energía en su propuesta de taxonomía. A la mayoría, salvo al Gobierno de España.

 

Toda Europa ha movido ficha. En Alemania, se replantean el cierre previsto para este año de tres centrales nucleares. Bélgica ha anunciado que alargará la vida útil de sus centrales 10 años. Boris Jonhson se ha comprometido con la construcción de mini reactores para reducir la dependencia de gas y petróleo. Una larga lista que completan Países Bajos, Dinamarca, Suecia o Eslovaquia. Mientras, el Gobierno de España rema a contracorriente: Sánchez criminaliza la energía nuclear recurriendo a los mantras desfasados y contrarios a la evidencia científica y, por si fuera poco, su actuación en política exterior nos ha valido el encarecimiento del gas de Argelia.

 

¿Cuáles son estos mitos desclasados contra la nuclear? Primero, la inseguridad: el Gobierno agita el miedo a esta alternativa insinuando que sus homólogos en Europa ponen vidas en peligro y obviando que las centrales de gas y de carbón son bastante más peligrosas si comparamos las víctimas por gigavatio producido. En segundo lugar, sobre emisiones y residuos: la energía nuclear no produce CO2, es más, en su ciclo completo de producción el nivel de emisiones es de 12g CO2/Kwh, unos niveles muy alejados de los 185g que produce el gas. Por último, la ministra Teresa Ribera asegura que en España ninguna empresa quiere invertir en nucleares, cuando lo que debería hacer es aprovechar la oportunidad brindada por la Comisión Europea, pues calificando como “verde” esta energía, ahuyenta las dudas sobre inversores que pudieran estar temerosos de que los objetivos climáticos pusieran fecha de caducidad a esta alternativa.

 

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