Opinión

Torra, sin puntos en su carné de presidente

19-02-2020 | El Mundo

Torra ha perdido todos los puntos del carné de presidente. Lo suyo al frente de la Generalitat ha sido una conducción temeraria, siempre bordeando la legalidad, hasta que al final se la saltó.

Lo que estamos viviendo en Cataluña en los últimos tiempos es una auténtica anomalía democrática. Puede que algunos piensen que esta anomalía tuvo su punto álgido en el otoño de 2017, cuando los partidos separatistas pretendieron subvertir el ordenamiento jurídico vigente. Sin embargo, si uno analiza detenidamente los acontecimientos que se han ido sucediendo después, puede comprobar como ese episodio fue tan solo la punta del iceberg.

El separatismo tiene un plan: separar a Cataluña del resto de España y en su huida hacia adelante parece que todo vale. La ruptura de la convivencia; las batallas campales en plena calle tras la sentencia después de un juicio ejemplar; las agresiones a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad; la amenaza constante a nuestro Estado de Derecho y el intento, pleno tras pleno, de devolvernos a ese fatídico septiembre de 2017, aunque ahora, eso sí, corrigiendo los errores que frustraron su objetivo entonces.

Un plan liderado, ni más ni menos, que por el propio Govern de la Generalitat y el conjunto de los partidos separatistas, que pelean entre sí para demostrar quién es el más separatista de todos, asegurándose así unos buenos resultados en una futura contienda electoral. Y en esa lucha por no ser nombrado botifler del año, Torra ha destacado por encima de los demás.

Han pasado dos meses desde que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña condenara a Torra por haber cometido un delito de desobediencia en su afán por echarle un pulso al Estado de derecho, al ignorar la Ley Electoral y vulnerar la neutralidad de las instituciones que son de todos. Por cierto, recientemente el Juzgado Contencioso número 6 de Barcelona ha resuelto que la exhibición de simbología partidista en los edificios públicos vulnera el derecho fundamental a la igualdad.

Torra ya no es diputado del Parlamento y, en consecuencia, tal y como determina el Estatuto de Autonomía de Cataluña, tampoco puede ser presidente de la Generalitat.

Sin embargo, el ya ex presidente ha optado por hacer como si aquí no pasara nada, atrincherándose en un cargo que ya no le pertenece.

Era lo que nos faltaba por ver, un ex diputado y ex presidente que reconoció sus delitos y se declaró culpable y que, aun así, tiene el descaro de hablar de malévolas conjuras en su contra, como si todos los catalanes y el resto de España no le hubiéramos visto jactándose de desobedecer ante los tribunales.

He perdido la cuenta de cuántas veces, a lo largo de estos dos meses, le he pedido a Torra que abra los ojos: aquí no hay ninguna conjura, ni ninguna persecución, lo único que hay es alguien tremendamente irresponsable, tan acostumbrado como sus predecesores a actuar con impunidad, que no calculó bien las consecuencias de sus actos.

Como quien se saca el carné de conducir pero pierde los puntos al cometer infracciones de tráfico, Torra ha perdido todos los puntos del carné de presidente. Lo suyo al frente de la Generalitat ha sido una conducción temeraria, siempre bordeando la legalidad, hasta que al final se la saltó.

Y no, ni esto es novedoso ni, por desgracia, sorprendente. Que Torra persista en la desobediencia forma parte de la lógica separatista pero que lo haga con la ayuda del presidente del Gobierno, eso es harina de otro costal.

Desde estas líneas y desde la oposición firme y leal de Cs en Cataluña, quiero recordarle a Sánchez que la mayoría de catalanes no estamos con Torra y sí estamos con la convivencia y la igualdad.

Quiero recordarle a Sánchez que dos ex diputados y ex presidentes, Torra y Puigdemont, no pueden seguir marcando el rumbo de Cataluña hacia la división y el colapso. Y quiero recordarle a Sánchez que, mientras él accede a esa mesa del chantaje para conceder privilegios a sus socios nacionalistas, Cataluña tiene graves problemas de emergencia social que no han preocupado ni a este Govern ni a los anteriores.

Cataluña no puede esperar más. Porque el tiempo y las oportunidades perdidas nunca vuelven. Por eso, desde Cs vamos a seguir trabajando por los problemas de la Cataluña real, que ha sido olvidada durante esta década de procés, que no ha traído nada bueno para los catalanes.

Esa Cataluña real de todos y para todos, en la que nadie te señale por la lengua que hables ni te pregunte de dónde vienes. Una Cataluña donde no tengamos que escuchar nunca más discursos racistas y xenófobos como el de la alcaldesa de Vic de hace unos días, pidiendo a los "catalanes autóctonos" que no hablen en castellano a quien "por su aspecto físico o su nombre" no parezca catalán. Un discurso excluyente e intolerable que, por desgracia, no es nuevo en Cataluña, sino que se está convirtiendo en una constante execrable que debería preocuparnos a todos.

Ante esta situación tan grave, tenemos dos opciones: seguir mirando hacia otro lado como algunos han hecho durante 40 años o afrontarla unidos, con responsabilidad y valentía. Porque juntos somos más fuertes. Lo demostramos en 2017, ganando por primera vez en votos y en escaños al nacionalismo y estoy convencida de que si volvemos a salir a la calle con esa misma esperanza e ilusión podemos abrir ese tiempo nuevo que necesita Cataluña.

 

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