Sala de Premsa

E. M. Subías: 'Em poses un tallat, si us plau? (¿me pones un cortado, por favor?)'

21-11-2008 | Libertad Digital

Dice la autora: 'Las sociedades modernas, plurales y mestizas, no discriminan, porque eso constituye en sí mismo, una contradicción. Y mucho menos, sancionan.'

Es de agradecer la aplastante sinceridad con la que el periodista Toni Soler se ha expresado en una reciente entrevista en TV3. He escuchado parte de las respuestas que le iba facilitando a su colaborador y amigo Albert Om, en referencia al libro que acaba de publicar y que lleva por título Amb llengua o sense (Con lengua o sin ella) y desde luego, no se puede calificar ni de ambiguo ni de titubeante. Bien clarito lo ha dicho el muchacho.

He de confesar que sigo de manera casi habitual Polònia, el espacio que dirige y presenta en la televisión autonómica catalana y francamente, lo paso bien. Las sátiras que hacen de nuestros políticos, algunas más graciosas que otras, me suelen hacer pasar un buen rato y créanme, he intentado dejar siempre a un margen cualquier tipo de connotación ideológico-política en cualquiera de los programas en los que ha participado Toni Soler. Siempre he pensado que estaban bien hechos y el presentador los ejecutaba de forma más que eficaz. Además, si así no lo hiciera, pocos programas realmente podría ver, tanto en Cataluña como en el resto de España.

Ahora bien, la absoluta franqueza del personaje no resta lo más mínimo el calado de sus declaraciones, más bien todo lo contrario, asusta un pelín.
A la pregunta sobre si el castellano está discriminado en Cataluña, Toni Soler reconoce que sí, que hay personas castellanohablantes que consideran conflictivo que su hijo no se pueda escolarizar en castellano y, por otro lado, están las personas catalanoparlantes a las que le parece –y se incluye– conflictivo el hecho de pedir en una cafetería un "tallat" y no les entiendan. Se trata –prosigue– de un conflicto propio de sociedades modernas, plurales y mestizas, como la catalana y sí, existe una discriminación del castellano por la simple razón de que existe una política a favor del catalán, que es la política que han decidido democráticamente los sucesivos Gobiernos de la Generalitat. Y concluye apuntando que cuando se favorece una lengua se perjudica a otra y se hace para compensar una situación histórica inversa que se debe admitir y no negarlo por miedo a qué dirá "el Losantos".

Bien. De entrada, todo el mundo sabe en Cataluña lo que significa un "tallat", sea la procedencia del camarero argentina, colombiana, italiana, de Cáceres o de Avinyonet de Puigventós. Pero aunque así no fuera, comparar el hecho de pedir un café cortado en un establecimiento al hecho de no poder escolarizar a tu hijo, ya no en una única lengua, simplemente en ambas pero en igualdad de condiciones, es, cuanto menos, frívolo. Y preocupante, muy preocupante.

Y por cierto, las sociedades modernas, plurales y mestizas, no discriminan, porque eso constituye en sí mismo, una contradicción. Y mucho menos, sancionan. Quienes lo hacen son, precisamente, las sociedades arcaicas, retrógradas y mentalmente diminutas, que confunden voluntariamente el bilingüismo con una diglosia, propia de colectivos con insuperables complejos de inferioridad. Esa es la cuestión. Y la poderosa y eficiente manipulación política por parte de personajes con ridículos aires de grandeza, por supuesto.

¿Cómo hemos podido llegar hasta este punto? La sociedad catalana no ha tenido nunca problemas de convivencia lingüística, cada cual se ha expresado en la lengua en la que le ha resultado más cómoda, con la se ha manejado mejor o simplemente dependiendo del contexto, del interlocutor y de las circunstancias. Estamos convirtiendo una situación privilegiada de riqueza cultural, de armoniosa interrelación de dos lenguas en un conflicto estéril, hueco y empobrecedor. Además de una clamorosa pérdida de tiempo.

Dice Soler que tenemos el derecho a hablar en la lengua con la que hemos crecido y nos hemos declarado a nuestras novias o novios o la que hablamos a nuestros hijos. Por supuesto. Y yo sería la primera en defenderlo si así no pudiera ser, al igual que lo hago y lo haría con otras muchas cuestiones que afectan directamente a la libertad individual. Pero ¿cuándo ha habido problemas con ello? Una servidora ha leído y sigue leyendo en catalán, ha amado profundamente en el pasado en catalán, sigue escuchando música catalana –en catalán o en castellano, porque ambas lo son–, y continua hablando con numerosos amigos en catalán. Y sigue amando a su tierra, cómo no, pero no de la manera en la que unos pocos deciden cómo se debe hacer.

Pero, ¿saben lo curioso del tema? Pues que personajes como Albert Boadella, Francesc de Carreras, Eugenio Trías, Arcadi Espada o Rafael Argullol hablan un catalán mucho más bello, armonioso y preciso del que el actual presidente de la Generalitat, por poner sólo un ejemplo, llegará a manejar jamás. Y eso es lo que realmente les pone a muchos de los nervios. Y ya se sabe que, en ocasiones, el fanatismo del converso es letal. 

Tornar