Sala de Prensa

El elixir de la eterna juventud

21-10-2011 | C's

Lo importante es que la sociedad te siga considerando joven a lo largo de las décadas

Durante milenios, quién sabe cuántos sabios, filósofos, hechiceros, médicos, pseudoalquimistas románticos o simplemente engañabobos, han dedicado su vida a la búsqueda de la fórmula mágica que permita conservar eternamente la juventud o, al menos, alargarla antinaturalmente lo máximo posible.

Estas personas murieron sin saber, infelices, que dicha fórmula sería descubierta y puesta al alcance de toda la sociedad en la España del s. XXI.

Y no me refiero a un “mejunje” o pócima asombrosa que interrumpa o retarde la oxidación celular, sino a un efecto mucho más importante y que, en definitiva, es el objetivo último de lo anterior: que la sociedad te siga considerando joven a lo largo de las décadas.

Cualquiera puede comprobar este fenómeno cada día. Todos conocemos a personas de treinta y tantos (o treinta y muchos) a las que se sigue incluyendo en el grupo de los “jóvenes”; y no porque mantengan una piel tersa, una cabellera exenta de canas, o porque conserven intacto el espíritu rebelde, curioso y ávido de aprender que tradicionalmente se ha vinculado a la juventud.

No; se les sigue considerando “jóvenes” por otra seria de circunstancias.

La primera es que, a esa edad, su experiencia laboral se reduce a un puñado de años como becario o, en el mejor de los casos, con contratos en prácticas o en condiciones irrisorias (para que nos entendamos, contratos basura). Eso sí, con una larga carrera poniendo copas en bares o en cualquier actividad de fácil acceso en periodos estivales, que nada tiene que ver con su formación o aspiraciones profesionales.

La segunda es que su estabilidad personal se reduce a seguir viviendo con sus padres o a compartir piso de alquiler con su pareja o amigos en la misma situación, y a tener que sudar mucho para tomarse una cerveza fuera de casa en la última semana del  mes.

La tercera es el auto convencimiento de que aún son jóvenes puesto que muchos de sus planes de futuro deben aún dilatarse en el tiempo; para ello cuentan, además, con el refuerzo psicológico de que muchos de sus amigos de su edad están igual o peor que ellos.

A estas tres circunstancias podría seguirle un largo etcétera fácil de imaginar y que se puede resumir en: chico, aún debes esperar un poco más, aún eres joven.

Quién lo diría; la clase política española (y, por ende, la catalana) ha sabido confeccionar a la perfección un elixir de la eterna juventud y untárnoslo sin pedirnos permiso.

Parece que los que gobiernan desean tener un electorado tierno, bisoño, indefenso y dependiente que necesite ser protegido de la cruel e insensible sociedad que lo alberga.

La receta de este elixir es de dificultad “fácil” aunque de tiempo de cocción “largo” y sus principales ingredientes son:

- Mantener un sistema de educación centrado más bien en la asimilación de contenidos teóricos fácilmente consultables en wikipedia, pero que desatiende la potenciación de valores fundamentales como la asunción de responsabilidades, la resolución de problemas, la tolerancia al trabajo bajo presión, o el fomento del espíritu innovador, la iniciativa y la creatividad.
- Potenciar una formación superior desvinculada de las necesidades del mercado de trabajo, que permita que cada año salgan al ruedo miles de licenciados o diplomados en titulaciones absolutamente innecesarias en el momento actual o que, siendo necesarias, requieran de un periodo de aprendizaje post-formativo de igual duración que el formativo. 
- Limitar las posibilidades de intercambios culturales, educativos, idiomáticos y geográficos de estudiantes y jóvenes, considerándolos auténticos privilegios al alcance de unos pocos.
- Poner trabas técnicas, administrativas, financieras y fiscales a las pocas iniciativas empresariales o de autoempleo que surgen en una sociedad tan adormecida para el emprendizaje como la nuestra. Esto hace que sea más viable pasarse dos o tres años opositando que montar una copistería en el barrio.
- Aprobar normativas laborales que proponen como solución estrella la concatenación de contratos en prácticas y el aumento de la edad máxima para su uso, lo que no sirve ni para maquillar levemente las desastrosas cifras de paro juvenil.
- No prestar apoyo a las pequeñas y medianas empresas y permitir que se ahoguen en sus problemas de liquidez, de financiación, de fiscalidad, etc.
- Aletargar la participación de entes de representación juvenil mediante subvenciones emponzoñadas e instrumentalizarlos para fines interesados, partidistas e ideológicos que anulan cualquier iniciativa seria de transformación social, económica, cultural o política que provengan de los más jóvenes.
- Gestionar de forma tan nefasta el mercado inmobiliario y la bolsa de viviendas (mejor no entramos en el trato a las entidades financieras) que hacen que ni las opciones de compra ni de alquiler respondan a las necesidades de emancipación de nuestra sociedad.

Y mejor lo dejo aquí. El resto de los ingredientes me los reservo; no quiero verme envuelta en un problema legal si esta fórmula está patentada.

Aunque en definitiva, y como decía un amigo el otro día al salir de una entrevista de trabajo: “Parece mentira, pero tengo unas ganas de dejar de ser joven…”

Inés Arrimadas, Portavoz de la Agrupación de Jóvenes de Ciudadanos


 

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