Sala de premsa

Lo peor de Cataluña

15-10-2012 | Intereconomía

Para el nacionalismo soy una pieza más de lo peor de Cataluña y por eso estuve en la concentración de la Plaza de Cataluña

Si uno tuviera que escoger la principal razón por la que se subleva contra el nacionalismo, servidor no tendría duda. Yo me opondría porque, como liberal, el nacionalismo tiene entre sus principales obsesiones intervenir hasta el delirio en el individuo. Lo malo de este hecho no es que sea cierto, sino que es el principal argumento por el que se sustentan los demás. De ahí radica la obsesión del nacionalismo en desfigurar al individuo para someterlo a la masa uniforme, siempre y cuando la masa –como la cultura- sea lo que el nacionalismo determine.

Así, en su afán por controlar e intervenir la vida de los ciudadanos, se acaba con la libertad individual en nombre del derecho colectivo y patriótico, acabando con la heterodoxia y señalando al individuo como un mero elemento más de una obra de ingeniería social. No es extraño. Todo se resume en un ente único que debe pensar igual, comportarse igual, amar a la patria igual y hacer de la simpleza del individuo su leitmotiv. Es decir, que para que esa masa sea homogénea hay que señalar -cuando no eliminar- al diferente mediante la muerte civil. Sobre todo, si el que se atreve a reivindicarlo se dice hijo de la nación gaditana de hombres libres e iguales ante la ley. Lo peor de Cataluña, dicen en no pocas ocasiones.

Sin embargo, para desgracia del nacionalismo, yo me siento orgullosísimo de pertenecer a lo peor de Cataluña. Por supuesto, me siento orgulloso de sentir tan propia la lengua catalana como la castellana. Y que ninguna predomine sobre la otra. Y claro, eso me hace ser parte de lo peor de Cataluña. Orgulloso de querer a Cataluña, única forma que tengo de querer a España. Me siento orgulloso de no formar parte de un dogma que convierte al individuo en mero relleno de una masa homogénea. Pero claro, eso ya me señala como nacionalista español y, por ende, en un facha y en lo peor de Cataluña. Orgulloso, pues, siguiendo su indigencia intelectual, de ser facha. Orgulloso de reivindicar una escuela y una administración pública bilingüe, en la que los derechos individuales de los ciudadanos, prevalezcan sobre los supuestos derechos colectivos e identitarios, aunque eso suponga que me tilden de nostálgico de una España grande y libre. Orgulloso de no haberme creído el mantra del Espanya ens roba. Tal vez por eso, me acusarán de delito supino en boca del romanticismo nacionalista.

Orgulloso de pertenecer a lo peor de Cataluña y, por lo tanto, no dudar en señalar a la corrupción sin tuertismo ideológico. Y no sólo los Bankias, sino la corrupción de la casta nacionalista –que algunos quieren olvidar- y de las familias de siempre que, ligadas al apellido, han saqueado las cuentas de la Administración catalana y no sólo los Millet de turno. Sí, soy miembro de lo peor de Cataluña y por eso no tengo complejos a la hora de pedir explicaciones a nuestra mesiánica religión del pensamiento único sobre las razones por las que Cataluña tiene más de 48.000 millones de euros de deuda, seis niveles administrativos y el 30 % de la deuda de las Comunidades Autónomas.

Orgulloso de no haberme tragado las cábalas históricas de ciertos mitos románticos de cierta guerra de sucesión para la que el imaginario nacionalista concibió como una guerra de secesión. Orgulloso por pensar que Rafael Casanova, tal y como queda se demuestra en sus discursos, luchó por la libertad de toda España y ni por asomo por la independencia de Cataluña. Pero claro, esto me convierte en miembro de lo peor de Cataluña y en un traidor de la patria. Botifler, como mal menor. Sí. Lo confieso. Para el nacionalismo soy una pieza más de lo peor de Cataluña y por eso estuve el 12 de octubre en la concentración de la Plaza de Cataluña, pidiendo algo que es de sentido común: que Cataluña somos todos y que nadie tiene derecho a secuestrar mi identidad y la de muchos otros. Por eso me siento orgulloso de pertenecer a lo peor de Cataluña.

 

Torneu