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Un golpe de Estado

21-03-2014 | La Voz Libre

la ANC, en un alarde de pacifismo y para ejemplo de las democracias occidentales más civilizadas, propone declarar directamente la independencia de Cataluña, con o sin consulta

Últimamente, muchos opinadores oficialistas del separatismo catalán se han archimegaindignado (¡qué duro para ellos vivir así siempre!) cuando Juan Carlos Girauta, candidato de Ciudadanos a las próximas elecciones europeas, ha calificado de golpe de Estado lo que propone la denominada Asamblea Nacional Catalana (ANC) que, por si no lo saben, es el brazo civil de la estrategia independentista de CiU y ERC.

 
Y es que la ANC, en un alarde de pacifismo y para ejemplo de las democracias occidentales más civilizadas, propone declarar directamente la independencia de Cataluña, con o sin consulta, el próximo 23 de abril de 2015 y por ello, previendo que tal cosa no será coser y cantar, planea que para tener efecto deben llevarse a cabo actos de ejercicio de soberanía que se visualicen por la población, enumerando como ejemplos “el control de las grandes infraestructuras y fronteras -puertos, aeropuertos,...-, la seguridad pública, las comunicaciones, etc".
 
Eso, en mi pueblo, cuando se hace contra la legalidad constitucional, se llama golpe de Estado, por mucho que les duela. Es decir, que desde el punto de vista estrictamente coloquial estamos ante una propuesta golpista, como bien decía Girauta. Pero también desde la ciencia política tal cosa sería un golpe de Estado, como intentaré argumentar.
 
La archimegasuperindignación separatista viene a decir algo como “Uds. con esas afirmaciones quieren ´provocar´ la violencia y nos acusan de golpistas, cuando nuestro movimiento no es violento, y por eso no puede ser calificado como un golpe de Estado”.
 
Empezaré diciendo que yo no sé muy bien cómo se podría llevar a cabo su propuesta sin el uso de la fuerza contra quienes están a cargo del control de las instalaciones que pretenden tomar, pero en cualquier caso y suponiendo que se pudiera, creo que confunden “violencia” con "uso de la fuerza". Y aunque muchas veces la primera implica lo segundo, no siempre es necesariamente así.
 
Porque la toma de control -en contra de la legitimidad constitucional- de las fronteras, de las grandes infraestructuras, de las comunicaciones, de los puertos y aeropuertos y, amigos míos, ¡hasta de la seguridad pública!, que son atribuciones exclusivas de quien ostenta legítimamente la soberanía, que es el Estado en nombre de todos los españoles, y que lo hace además a través de cuerpos de seguridad armados, es en sí mismo un acto violento, se haga a través del uso de la fuerza o no. Y repito, no me imagino como puede hacerse tal cosa sin usar la fuerza contra quien protege en nombre del Estado tales infraestructuras.
 
La violencia la define el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su primera acepción, como una “acción violenta o contra el natural modo de proceder”, y el mismo diccionario nos define el adjetivo “violento”, también en su primera acepción, como “que está fuera de su natural estado, situación o modo”. No se habla de uso de la fuerza. Y pueden Uds. comprobar que el resto de acepciones del sustantivo “violencia” o del adjetivo “violento” no desnaturalizan lo que afirmo.
 
Y, en lo que a definición de golpe de Estado se refiere, se ha teorizado mucho desde la Ciencia Política. Unos autores lo definen a través de unas notas características y otros a través de otras. Por eso me parece interesante el trabajo académico del profesor de Ciencia Política Jesús de Andrés ('Golpe de estado: Una definición tentativa') que, sintetizando las diferentes definiciones que se han dado desde la Ciencia Política, propone una que pueda aplicarse con cierta universalidad, y que, de hecho, sería perfectamente predicable de lo que pretende la ANC:
 
“Un golpe de Estado consiste en la alteración o destrucción del orden político por parte de las élites o de determinados cuerpos de la Administración, generalmente las fuerzas armadas; con el fin de conquistar el poder, controlarlo para permanecer en él, dirimir rivalidades o alejar y excluir a determinados grupos; recurriendo, tras una fase conspirativa y secreta, a la violencia o a la amenaza de su utilización; y suponiendo una ruptura de la legalidad que implica, en caso de éxito, cambios en las personas, políticas o normativa legal o, en caso de fracaso, modificaciones de diverso calado en el ritmo político”.
 
Por eso afirmo, con Girauta, que lo que propone la ANC es un golpe de Estado.

Bueltatu