Notas de Prensa

Arcadi Espada:'La edad de consentir y de abortar'

11-03-2009 | El Mundo

De forma muy razonable la ministra Aído quiere aproximar la edad de la experiencia biológica del embarazo a la edad legal de su interrupción

 

La derecha socialdemócrata se echa encima de la ministra Aído porque pretende establecer que a los 16 años una muchacha pueda decidir el futuro de su embarazo, es decir, si lo lleva a término o prefiere abortarlo. Supongo que los que se le echan encima están dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias todos los reversos de su indignación. Es decir, están dispuestos a dar por bueno que los padres (o los padres y un juez) puedan obligar a abortar a una muchacha de 16 años que no esté dispuesta a pasar por el trance. Y están dispuestos, de un modo más realista y por lo tanto más hiriente, a asumir que aplicando la legislación actual los padres de una muchacha que no haya llegado a la mayoría de edad, fijada actualmente en 18 años, pueden obligarle a tener un hijo no querido. Aquí mismo, en esta esquina del párrafo, me paro y me pongo a considerar. ¿Qué es más traumático? ¿Obligar de por vida a una muchacha a hacerse cargo de un hijo no querido o permitir que la muchacha decida si lo quiere o no?
 
Yo comprendo muy bien a la derecha sin paliativos, que considera el aborto un crimen al margen de cualquier edad. Tienen sus razones, como las tienen los vegetarianos. Esta polémica se diluye muy rápidamente cuando se parte de que el aborto supone la destrucción de un ser humano. Porque observen cómo quedan entonces las preguntas anteriores: ¿Qué es más traumático? ¿Obligar a una muchacha a hacerse cargo de un hijo no querido… o matarlo? La ventaja de andar por la vida sin paliativos es lo clarísimo que se aparece todo. Sin embargo, la derecha socialdemócrata, que no cree que el aborto sea un crimen pero que pone el grito en el cielo (¡a los 16!), es una derecha puramente incomprensible. O lo que es peor: una derecha perfectamente comprensible en su afán de extraerle a los principios todo el jugo propagandístico, pero ni una gota más: ni ética ni lógica.
 
De forma muy razonable la ministra Aído quiere aproximar la edad de la experiencia biológica del embarazo a la edad legal de su interrupción. Porque todo este asunto, en efecto, gira en torno al gap entre el consentimiento sexual y sus indeseadas consecuencias. Hay una profunda contradicción en la legislación, y no sólo española, que autoriza las prácticas sexuales a los 13 años y que extiende hasta los lejanos 18 la edad para poder abortar sin consentimiento paterno. El proyecto de la ministra Aído sólo pretende aminorar esa contradicción, que sin embargo permanece.
 

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