Notas de Prensa

D. Millán: 'La fina ironía del grupo Z'

16-10-2008 | Hispalibertas

Reflexiones sobre el sentido del humor de los medios de comunicación en Cataluña, y de cómo estos ignoran a partidos como Ciudadanos, obedeciendo a intereses privados y de dudosa fama.

Hace apenas unos días —con sus respectivas noches y fiestas de guardar— llegó hasta la bandeja de entrada de mi correo electrónico una noticia bastante desafortunada, por decirlo de una manera suave. Parece ser que, según un reciente informe (217 páginas) del inefable Consell Audiovisual de Catalunya (CAC), los informativos de las radios y televisiones públicas del principado dedicaron a la actualidad relacionada con Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía la friolera de cero segundos durante el pasado mes de junio. No, amigos, no se trata de una errata, no me he dejado ningún dígito en la cuneta: TV3, COM Radio, TVE en Cataluña y otros entes estatales que tal bailan dedicaron cero segundos a dar cobertura a un partido político con representación parlamentaria. Si de lo que se trata es de homologar nuestros medios públicos con los de las repúblicas más bananeras de los dos hemisferios (o con los de las bananas más republicanas) debemos felicitarnos. El empeño ha sido todo un éxito.

El hecho en sí no tendría la menor importancia de no ser porque supuestamente se trata de medios de comunicación de todos los ciudadanos —incluidos, por tanto, los ciudadanos de Ciudadanos— y que no solo se deben a una estética sino también a una ética determinada. Pero a la vista está que la realidad es muy otra, y que los medios públicos obedecen a intereses bastante privados y de dudosa fama.

¿Tendría que sorprendernos? Por desgracia no, pues estas cosas ya se sabían mucho antes de que yo fuera un espermatozide avezado en submarinismo seminal —y campeón de mi quinta, aquí donde me leéis—, de manera que no estoy poniendo en negro sobre blanco nada nuevo. Para ser sincero, cuando me topo con una noticia de semejante jaez suelo pasar rápidamente la página, pues no es más que cansino un suma y sigue, acaso como si algunos periodistas a sueldo de la cosa pública se hubieran propuesto batir la plusmarca mundial en sectarismo. A mi juicio, ante barbaridades de este calibre el mejor desprecio es no hacer aprecio. Es preferible dedicar el tiempo a otros menesteres más edificantes, como por ejemplo resolver uno de nuestros exóticos sudokus o echar unas risas con Urodonal.

Podrá parecer que me contradigo dedicándole un artículo a este tema. Si fuera coherente conmigo pispo debería abordar asuntos hondos y trascendentes que no tengan nada que ver, tales como el coñazo de Rajoy, la nueva nariz de Letizia o la nacionalización de la banca. Sin embargo, otra noticia —directamente relacionada con la que nos ocupa— me ha convencido para que afile lápices y me meta en harina.

La noticia —TV-3 obtiene el sexto Premio Antonio Asensio de Periodismo— informa que «El acta del jurado subraya que en este cuarto de siglo TV-3 "ha ido consolidando una gran credibilidad por el rigor en la elaboración de los contenidos periodísticos y por la gran calidad técnica de sus emisiones"».

¡Rayos y centellas!, exclamé para mis adentros con riesgo de quemaduras. No podía dar crédito a lo que estaba leyendo: no tenía sentido alguno. Era como si la Fundación DENAES premiara a Carod-Rovira por su acendrada españolidad y recia defensa del artículo ocho de la constitución de 1978. Enseguida descarté la mala fe del jurado a la hora de conceder esta distinción, con lo que no me quedaba otra que llegar a conclusión de que se trata de uno de usos de la ironía más logrados que se han visto en periodismo desde que Calígula anunció aquello suyo con el caballo. De hecho se trata de una ironía tan fina que muy pocos han reparado en ella, tragándose la absurda idea de que lo de la «credibilidad» y el «rigor» de TV3 iba en serio. Y es que, parafraseando la manoseada cita de Chesterton, cuando los hombres dejan de creer en Dios están dispuestos a creer en TV3 o en cualquier otra cosa que les pongan por delante.

A veces el humor es como una sota de bastos, pedestre hasta el punto de que es imposible sustraerse de su salvajismo cavernario. Otras veces, en cambio, el humor es sutil, sofisticado, cosmopolita, y viaja por la atmósfera con una longitud de onda que (por desgracia) no todos captan. Por ello me gustaría que este artículo sirviera como deuda de homenaje a los artífices de tan espectacular y divertida humorada, que ha pasado inadvertida y dejado indiferente a casi todo el mundo.

 

Volver