Ya Ortega y Gasset lo dijo
hace de años un montón:
en el tiempo de las masas
nos cayó la maldición
de que las modas y juegos,
lo irracional, la pasión,
tienen mayor influencia
que la quieta reflexión.
Ya no son los militares
el brazo de la nación,
pues los han sustituido
los que chutan el balón:
recuerden de Maradona
la manual intervención
considerada venganza
contra la pérfida Albión.
De aquí viene la insistencia
de Artur Mas y su facción
por tener independencia
también en la selección.
No es capricho ni bobada,
sino calculada acción
para tener en el mundo
digna representación
que declare la existencia
de su artificial nación
ante un planeta ignorante
de su falsificación.
También José Ángel Iríbar,
el cancerbero vascón,
ya dijo que era importante
una legitimación
deportiva que apoyara
la nacional construcción.
Ahora están los escoceses,
y su jefe Alex Salmón,
pensando en 2014
hacer una votación
que coincida, por motivos
de patriótica pasión,
con los juegos deportivos
que tendrán a la sazón
escoceses contra ingleses,
¡pintiparada ocasión!
Los aprendices de brujo
de Convergencia y Unión
no dan puntada sin hilo
y quieren la conexión
de la consulta escocesa
con su calculada acción:
primero, porque ese año,
según dice su ficción,
es el tercer centenario
de la española invasión
en la sucesoria guerra
que pintan de secesión;
y además porque se apuntan
al eco y la difusión
que tendrá por todo el mundo
la escocesa decisión.
Pero al mismo tiempo temen,
y miden con precaución,
que las británicas urnas
plasmen una negación
y la cosa se contagie
y cause una deserción
en las almas catalanas
tan enfermas de emoción,
de rencores y de odios
frutos de la educación
maliciosa contra España
y la eterna agitación.
Pero si esto de inventarse
la catalana nación
necesita, como admiten,
tanta manipulación,
¿no será que no es muy digna
de crédito y atención
de las masas agitadas
la envenenada opinión?
Pero aquí este juntaletras
concluye su reflexión,
pues se huele la condena
de la Santa Inquisición.