Notas de Prensa

Iñaki Ezkerra: 'Zapatero en Estocolmo'

03-09-2009 | La Razón

Zapatero ha estado en Estocolmo y ha visitado con devoción las calles, los escenarios, los 'santos lugares' donde se mueven los personajes de 'Millenium'.

Zapatero ha estado en Estocolmo y ha visitado con devoción las calles, los escenarios, los «santos lugares» donde se mueven los personajes de «Millenium», la famosa trilogía de Stieg Larsson. A Zapatero le gustan mucho, curiosamente, este tipo de amagos «para-papales» en versión progre y le ha faltado poco para arrodillarse a besar el suelo donde Lisbeth, la prota de la serie, la musa lista y heavy de los «piercings», quemó con un bidón de gasolina a un hombre que no amaba a las mujeres. La verdad es que «Millenium» es simplemente una digna obra de intriga criminal que no aporta nada nuevo a la literatura y Larsson, un buen autor de best-sellers sin más. La verdad es que el Estocolmo de Larsson no es el Stratford de Shakespeare ni tampoco Tierra Santa como para una peregrinación presidencial semejante. La verdad es que la relación de nuestro Presidente con los libros lo único que realmente demuestra es que quedan lejos los tiempos en los que la izquierda tenía el monopolio de la cultura en España, cosa que es obvia desde que Jorge Semprún dimitió de ministro porque le deprimían los trajes blancos que se ponía Alfonso Guerra para parecer Mahler en Venecia y con los que sólo conseguía parecer Juan Valdés visitando los cafetales. Lo que vino después fue peor. Está claro que la izquierda intelectual de la «gauche divine» o la krausista de la Institución Libre de Enseñanza no es la de hoy. La izquierda  de hoy es la España iletrada y deslenguada de Leire Pajín, de los «grandes hermanos», las Leires, las Jennifer, las Vanes…

Si el presi quiere leer a un buen autor sueco que lea a Pär Lagerkvist, porque hasta en el ateísmo hay clases. Pero a Zapatero no le ha guiado el gusanillo cultural para pasear por el Estocolmo de Larsson sino el afán de meterse en todos los jardines que huelen a progresía antisistema y en este caso ha acertado. Lo que sucede es que, a poco que se rasca, el mensaje de «Millenium» es de un «antisistematismo» reaccionario en el fondo: «Como el Estado no me protege de los hombres que no aman a las mujeres, me tomo la justicia por mi mano». Lo que sucede, sí, es que ese discurso es muy semejante al del típico yanqui justiciero que protagonizaba los clásicos thrillers de Clint Eastwood: «Como cualquier psicópata puede entrar a robar a mi casa o a violar a mi mujer y a mi hija, me armo hasta los dientes». También los fanáticos de la Sociedad de Amigos del Rifle son antisistema aunque no lleven «piercings» y hasta los odien.

Zapatero pasa ante una casa que atufa a pachuli y va directo, como ve un pañuelo palestino en el rastrillo de la política internacional y se lo pone al cuello. No sabe que «los extremeños se tocan». Porque Zapatero no está en Larsson ni en Shakespeare, sino en Alfonso Paso. Lo que resulta sospechoso es que abrace ese mensaje antisistema un presidente de Gobierno que va a serlo de la UE. Zapatero no ha ido a Estocolmo con una beca Erasmus a ver si encuentra trabajo, sino a pactar los pormenores de la ostentación de un cargo supra-institucional, o sea el más institucional de todos. Por mucho que hablemos de la violencia de género, la España de hoy no es la Suecia de «los hombres que no amaban a las mujeres». Es la de los políticos que no amaban al Estado, a la nación, al sistema que representan.

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