Notas de Prensa

No es política, es narcisismo estúpido

11-04-2014 | C's

Los hijos de Pujol no dudan en manifestarse como los representantes de lo mejor que Cataluña ha dado a luz nunca, jóvenes y bien formados copan instituciones, las empresas y medios de comunicación

No es ningún secreto que Jordi Pujol i Soley encarna para muchos, o encarnaba hasta hace poco, la figura del político catalán moderado, hábil y pactista. Un modo de estar en el mundo de la política española que le garantizó durante años el poder en Barcelona y también en Madrid. Un político que, sin embargo de manera más o menos explícita, señalaba tanto a iniciados como a extraños que el catalanismo efectivamente tenía una hoja de ruta hacia la plenitud como pueblo, y que ese camino debía recorrerse sin prisa pero sin pausa, y así fue transitando el nacionalismo hasta hace cuatro días.

Para Jordi Pujol, y sus afines de generación, dar el salto al independentismo exprés no ha debido ser fácil, y no porque no se lo pidiera el cuerpo, sino porque ese tránsito tiene algo de transmutación personal, es un paso no tanto ideológico como psicológico, es hacer un trueque entre su idea de instrumento al servicio de una causa a pasar a ser un protagonista de corte hegeliano por el que la historia se rinde a sus pies. Es, digamos, transigir con la confusión del todo por la parte, es, digamos, hacer ver que se cree que la historia universal está al servicio de sus convicciones; es lo que en el fondo le ha hecho hablar con toda naturalidad y desparpajo de “chonis y Fernández” sin la menor conciencia de que transita peligrosamente en el límite de la xenofobia.

Para los “hijos” de Jordi Pujol no ha habido transición alguna, como herederos de la posmodernidad nos sugieren que todo vale y en ese razonamiento miope cabe cualquier justificación que legitime la alta consideración sobre sí mismos que se han construido. Estos hijos de Pujol no dudan en manifestarse como los representantes de lo mejor que Cataluña ha dado a luz nunca, jóvenes y bien formados copan las instituciones, las empresas y los medios de comunicación. Haciendo ostentación de un catalanismo apropiado, se creen mejores que el resto y proclaman que serían aún más virtuosos si se liberaran, y liberaran a su pueblo, del yugo que representa España, encarnación de todo aquello que no es catalán y por añadidura peor, oscuro y antiguo.

Estos padres espirituales y sus hijos sufren a mi entender del llamado trastorno narcisista individual, desarreglo que tiene un correlato en lo colectivo cuyos síntomas tienen que ver con la creencia de que un determinado colectivo es el mejor del mundo por definición, es el mal propio de cualquier nacionalismo, la creencia insolidaria y reaccionaria de que los problemas se resuelven apelando a un enemigo exterior. Todos los líderes políticos que acaben creyéndose que encarnan un momento histórico culminante están destinados a fracasar, porque lo que subyace es el irresponsable abandono de la política, ese punto y final al diálogo razonado traza un sendero en el que todos nos vamos a dejar jirones. 

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