Sala de Premsa

'Deconstrucción histórica'

10-09-2014 | isabadell.cat

Sinceramente, lo arriesgado es celebrar algo sobre lo que no se ha contado nunca la verdad

Catalunya no fue conquistada por España en 1714, sino que en dicho año fueron vencidos, en su último reducto de Barcelona, los últimos partidarios del archiduque Carlos a la Corona española”

Puede parecer arriesgada está afirmación, más cuando en plena vorágine tricentenaria, algunas dóciles mentes celosas de su verdad y acostumbradas a que les mastiquen los efluvios del pasado para que se adapten a su apasionada dieta de realidad, verán en ella una afirmación desacompasada e incluso provocativa, irreverente, “botiflera” y traidora. Pero, fue la verdad.

Es difícil refutar tal afirmación, lo es al menos desde un punto de vista histórico, aunque es evidente que conociendo los perfiles de los comisarios de la celebración del tricentenario, Miquel Calçada y Toni Soler, uno podría llegar a pensar que probablemente la objetividad histórica no es precisamente el hilo conductor de la celebración millonaria que en plena crisis de recortes indecorosos el “govern” de la separación desea mostrar al mundo. Perdón, a su mundo.

¿Qué ocurre pues? Es sencillo. 1714 es la primera fecha que el nacionalismo catalán encuentra mirando atrás, en la que sostener una legitimidad histórica, farsa refutada por la misma historia, que añadir a su cocktail tribal de agravios desesperante fundamentado en la pedagogía del odio al otro, en este caso, a España.
 

Un repaso, que no haré en detalle, pero que invito y reto a realizar a cualquiera que desee experimentar una fórmula de deconstrucción nacional con la historia como ingrediente esencial, nos muestra como Catalunya ha tenido que sufrir o ha sabido aprovechar, los envites del tiempo de la misma manera que el resto de España. Así, Catalunya tuvo que sufrir el sangrante y asesino régimen dictatorial del general Franco como el resto de los españoles, vio cómo su burguesía, junto al resto de élites de España, aprovechaba el mismo para lucrarse y hacer retroceder a España a principios del siglo XIX, celebró la llegada de la Segunda República (aunque se ofuscó en traicionarla, como Azaña recuerda en sus memorias), sufrió en 1898 (Catalunya aportó más voluntarios que ninguna otra comunidad española a aquella guerra para proteger sus intereses) pero antes había aprovechado el dominio colonial para que esa burguesía que luego inventó el mito de 1714 se enriqueciera, entró en el debate sobre la autonomía cubana, oponiéndose aquellos que instrumentalizaron la “Reinaxença”, a ella, tal como habían hecho, junto a otros potentados españoles cuando la gloriosa en 1868 propuso la abolición de la esclavitud en los territorios de ultramar. Voluntarios catalanes lucharon en Marruecos, y comandaron partidas para luchar contra el contrabando de paños en Andalucía, Prim fue uno de esos militares que en 1840 dirigió lo que él mismo consideraba un ataque a la economía española, eufemismo proteccionista al que se referían cuando hablaban de la industria catalana. Participó Catalunya en la guerra carlista de la década de los 30 del siglo XIX, con la diferencia de que el movimiento ultracatólico y en defensa de instituciones como la Inquisición fue más importante en Catalunya que en Castilla o Andalucía. Y finalmente y en ello me detengo, los catalanes se autodefinieron como ciudadanos por primera vez en su historia a través de una declaración de soberanía que compartieron con el resto de españoles en la constitución de Cádiz de 1812, en el gran referente histórico, jurídico y político de la historia contemporánea de Catalunya y, una vez más, del resto de España.

Aún quedan, en éste viaje, casi 100 años, y un cambio sustancial en la historia de Europa Occidental, la Revolución Francesa y el fin del antiguo régimen. Pues bien, el independentismo navega aún esos casi 100 años más para encontrar un referente sobre el que sostener una legitimidad histórica. Viaja más allá de esa Revolución Francesa, más allá de la Revolución Americana, más allá de la propia Ilustración, más allá de la Declaración de Derechos del Hombre de 1791, más allá de cualquier concepto moderno de libertad, para hablarnos sobre la pérdida de unas instituciones estamentales, controladas por una aristocracia de privilegiados que pasó de apoyar al pretendiente borbón al austriaco tan solo por intereses económicos en apenas unos años y que rápidamente se adaptó a la nueva situación que el Decreto de Nueva Planta les ofrecía, ya que les abrió, por ejemplo, mercado americano.

¿Era entonces tan arriesgada la afirmación inicial?

Sinceramente, lo arriesgado es celebrar algo sobre lo que no se ha contado nunca la verdad. Creo que aquellos que revisamos esos 300 años de historia de Catalunya y aquella guerra, acabamos decidiendo que no tenemos nada que conmemorar el próximo 11 de septiembre y que creemos que la auténtica diada de todos los catalanes se debería trasladar a otra fecha, el 23 de abril.

Ahí va mi humilde petición, que acompaño de otras dos afirmaciones, aun sabiendo que vuelvo a correr el riesgo de parecer un incauto “botifler”.

La celebración del tricentenario de 1714 es una farsa manipulada por el nacionalismo de 2014, a la altura de la que el nacionalismo español hizo durante años con figuras como Viriato”.

“El 11 de septiembre de 2014 se conmemora el tricentenario de un hecho menor en la historia de Catalunya. Pero el 11 de septiembre de 2015 podremos recordar un nuevo aniversario de una manipulación política más de la historia”.
 

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