Notas de Prensa

Monarquía versus República

13-06-2014 | La Voz Libre

Una república como una monarquía pueden ser tanto perfectamente democráticas como perfectamente antidemocráticas

Estos últimos días, a raíz de la abdicación de Juan Carlos I, se ha promovido un debate por parte de determinados grupos políticos sobre la conveniencia de cuestionarse, de nuevo, la monarquía como forma política del Estado español. Digo de nuevo porque en su día ya se sometió a consulta popular tal cuestión en el marco del referéndum sobre la aprobación de la propia Constitución.

 
Desde mi punto de vista, en el momento actual el debate más importante no es el de la monarquía versus la república como forma más apropiada de definir la arquitectura institucional de nuestro país. No me considero monárquico, ni tampoco republicano convencido, porque pienso que en todo caso el debate importante es si la forma política de la que se dota el Estado es o no es democrática.
 
Y tanto una república como una monarquía pueden ser tanto perfectamente democráticas como perfectamente antidemocráticas. Y tenemos claros ejemplos de lo uno y de lo otro.
 
Aquéllos que critican la monarquía por antidemocrática olvidan que la nuestra lleva detrás el adjetivo “parlamentaria” y que, precisamente porque es parlamentaria, es una monarquía que no ejerce poder ni ostenta soberanía, sino que sirve exclusivamente como símbolo institucional.
 
Se puede estar a favor o en contra de tal forma política, porque en efecto se le pueden encontrar tanto ventajas como inconvenientes, pero habiendo sido votada, como lo fue en nuestro caso, y siendo parlamentaria, no cabe calificarla de antidemocrática.
 
Los que cuestionan esto entiendo que también ponen en cuestión el carácter democrático de la forma política de países como Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Gran Bretaña, Noruega, Australia, Canadá o Japón, todos ellos con monarquías constitucionales aún más antiguas que la de España.
 
Cierto es que hay monarquías hoy en día que no pueden ser consideradas democráticas, como por ejemplo la de Marruecos o la de Arabia Saudí. Pero también hay repúblicas no democráticas como Cuba, o con gravísimos déficits democráticos como Venezuela, que curiosamente suelen ser modelos ensalzados por muchos de los que cuestionan aquí la monarquía por no tener, supuestamente, base democrática.
 
Ahora bien, dicho lo anterior, y precisamente por ser nuestra monarquía una monarquía constitucional y parlamentaria, podemos cambiarla si deja de servir a los propósitos para los que fue instituida o se aparta de su función simbólica, sin duda importante. Para realizar ese cambio, si se obtiene el suficiente apoyo popular y se quiere llevar a cabo, existen y están escritos los procedimientos en la propia Constitución.
 
Creo personalmente que el próximo Rey de España tiene todas las capacidades para estar a la altura de sus responsabilidades, y que cumplirá bien la función que tiene encomendada por nuestra máxima Ley.
 
Pero si los españoles algún día no lo entendieran así, y dieran apoyo mayoritario a fuerzas políticas que propugnaran el cambio de forma política, la transición a una república sería de igual modo perfectamente democrática.
 
En definitiva, hay monarquía porque quisieron los españoles al votar la Constitución, y la monarquía debe seguir ganándose a los españoles mediante el fiel, leal y transparente ejercicio de sus funciones, apegado siempre a las realidades sociales de cada tiempo. Y si no, los españoles podrán darle la espalda, algo que creo sinceramente que hoy por hoy no ha pasado, por más que sea cierto que la imagen de la monarquía en los últimos tiempos no haya sido la mejor por diversos comportamientos de personas vinculadas a la misma.
 
Por lo demás, muy por encima de si España se define en su Constitución como una monarquía o una república, me parece inmensamente más importante que se defina -como así lo hace antes que cualquier otra cosa- como un Estado social y democrático de derecho, cuya soberanía reside en el pueblo, y son esos principios básicos, y no otros, los que deben servir para construir nuestra sociedad, con monarquía o con república.

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