Opinión

España, toma nota: hay nuevas reglas fiscales en la UE

16-02-2024 | The Objective

«Es importante aprovechar esta oportunidad para sanear nuestras cuentas públicas y acometer las reformas estructurales tantas veces aplazadas»

Ya están aquí, y esto es importante, para España y para toda la UE. Se han acordado las nuevas reglas fiscales europeas, que nos pillan sin haber hecho los deberes. La negociación ha sido intensa y a contrarreloj. Tanto se apuraron los tiempos que el acuerdo finalmente se cerró el pasado sábado en torno a las 2 de la madrugada.

El acuerdo es esencial para nuestro país, que cuenta con una deuda pública del 110% del Producto Interior Bruto (es decir, todo lo que producimos en un año no sería suficiente para pagarla) y con un déficit público del 3,9% del PIB. Obviamente, estamos incumpliendo el límite de una deuda inferior al 60% y de un déficit por debajo de 3% del PIB que establecen los Tratados de la Unión Europea.

Por ahora, la Comisión no ha amenazado con sanciones, porque con la pandemia de la covid-19 se activó la cláusula de escape que suspendía la aplicación de las reglas fiscales. Esta suspensión se prolongó con el fin de dar margen de maniobra a los Estados a la hora de enfrentarse a las consecuencias económicas de la invasión rusa de Ucrania. Pero, desde el 1 de enero de 2024, las antiguas reglas fiscales vuelven a estar en vigor. Es un problema, porque las reglas son estrictas. España tendría que reducir su deuda drásticamente, un 2,5% anual, y podríamos ser sancionados por un déficit excesivo.

Al mismo tiempo, las nuevas reglas fiscales son una oportunidad para España. Se simplifican las normas, hasta ahora muy complejas: recogen mejor las circunstancias nacionales (por ejemplo, teniendo en cuenta el punto de partida de la deuda de cada Estado); y se fuerza a los países a planear sus finanzas nacionales a medio plazo a través de planes plurianuales, promoviendo así políticas anticíclicas, es decir, ahorrar en tiempos de bonanza para poder gastar en tiempos difíciles, en lugar de hacer recortes.

La UE ha asimilado las lecciones de la crisis de 2008 y las nuevas normas son más flexibles: aseguran la sostenibilidad de las cuentas públicas y a la vez fomentan reformas e inversiones que nos permitan prepararnos para el futuro. Pero no parece que nuestro Gobierno haya aprendido la lección.

En España, la deuda y el déficit públicos están por las nubes y no parece que se vaya a revertir esta situación. En la revisión del plan presupuestario provisional para 2024, la Comisión Europea ya nos dio un toque de atención, puntualizando que, para reducir el déficit, España debía retirar las medidas temporales contra la crisis energética, cosa que finalmente no ha ocurrido. Además, debemos repensar nuestro gasto. Por ejemplo, las pensiones representan el 30% del total del gasto público, casi la totalidad de nuestro déficit estructural, que asciende a un 3,5% del PIB.

De ahí que el nuevo marco también haga hincapié en las reformas y las inversiones estratégicas que necesitamos para prepararnos para el futuro. Cuando pensamos en reformas, nos vienen a la cabeza los recortes, pero no se trata de eso. Nuestro país necesita cambios estructurales que nos permitan reducir la deuda y el déficit, fomentar la inversión privada, asegurar la competitividad de nuestras industrias, mejorar la productividad… En definitiva, impulsar el crecimiento económico.

Las nuevas reglas dan mucho más poder a los gobiernos, pues son ellos quienes presentarán sus planes fiscales nacionales. Así las cosas, estos deberán hacerse cargo ahora de sus decisiones de política fiscal, y ser responsables. Ya no será tan fácil culpar a Bruselas de todos los males. Por eso es impensable el maquillaje de datos que muchas veces hace el Gobierno.

Por ese motivo he abanderado la iniciativa para que las nuevas reglas fiscales fortalezcan el papel supervisor de las autoridades fiscales independientes, como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) en España. Sus informes, basados en datos objetivos, permiten informar el debate público y evaluar la sostenibilidad de las políticas de gasto del Gobierno, mejorando la rendición de cuentas. Y, efectivamente, una diferencia en las previsiones sobre el crecimiento económico de un 0,3% puede convertir una deuda sostenible en insostenible. Con una Comisión sin ambición y unos gobiernos nacionales que pretendían diluir todavía más su ya escaso rol, esta iniciativa ha sido una de las grandes victorias del Parlamento Europeo en las negociaciones.

Pero las reglas no son perfectas. En primer lugar, se formaliza un proceso de negociación bilateral entre los gobiernos y la Comisión, lo que puede llevar a que existan diferencias de trato y a que quede en entredicho la existencia de un sistema basado en reglas aplicables por igual a todos los países, puesto que estos tienen capacidades y poder de negociación diferentes, tal y como está ocurriendo con los Fondos NextGenerationEU. Además, al ser los planes a varios años vista, los Gobiernos tienen incentivos para posponer al máximo las reformas con fines electoralistas.

Por último, si bien es verdad que las reglas otorgan al fomento de las inversiones una importancia capital, el enfoque es eminentemente nacional. En Europa, necesitamos inversiones para mejorar nuestra competitividad, reducir las dependencias energéticas, progresar en autonomía estratégica e impulsar la transición verde y digital. Un instrumento de inversión europeo nos permitiría financiar estas prioridades, evitando la fragmentación del mercado único, y sería especialmente beneficioso para España, que carece del músculo fiscal necesario para invertir del que sí disponen otros países, como Alemania. Lo que ocurre es que es difícil convencer a nuestros socios europeos de la necesidad de este instrumento, especialmente, cuando vamos tan lentos en la ejecución de los fondos NextGenerationEU.

España debe aprovechar la oportunidad que el nuevo marco europeo nos brinda. Tenemos que poner nuestra casa en orden. Es importante aprovechar esta oportunidad para sanear nuestras cuentas públicas y acometer las reformas estructurales que tanto necesitamos y que tantas veces han sido aplazadas.

Es hora de invertir en el futuro. Imaginemos la España que queremos, y trabajemos para conseguirla.

 

Lee la tribuna completa en The Objective.

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